PS_NyG_1996v043n001p0087_0135
108 P. CALASANZ KIRILLOV Kirillov se enfrenta al problema de Dios en un tiempo histórico concreto y desde una plataforma psicológica. La idea de Dios no viene exigida por argumentos racionales. En rigor, estos problemas últimos están más allá de la razón, que queda frenada por las «cosas de este mundo». La idea de Dios es irracional desde el momento en que se debe al miedo y al dolor que han hecho presa en los hom bres desde que existe la humanidad. No es cuestión de lógica, sino de instinto primitivo: el hombre se siente impotente ante los fenó menos naturales, ante las fuerzas cósmicas que nadie puede conte ner, y entonces... inventa a Dios. *—Existe y no existe*»23. Desde luego, existe un Dios aquí y ahora, exigido por el dolor y el miedo. Y esclarece su idea con una comparación cuya expresi vidad es manifiesta: «Imagínese usted una piedra del tamaño de una casa grande; está colgando, y usted, debajo de ella; si le cayera a usted enci ma, en la cabeza..., ¿sentiría dolor?»24. El argumento se desarrolla con una diafanidad impresionante. Es una de esas imágenes plásticas que valen más que mil palabras. Una piedra de ese tamaño produciría instantáneamente la muerte, sin posibilidad de dolor. Con todo, la piedra no va a desprenderse de la montaña. Lo mismo sucede con la idea de Dios que, en reali dad, no responde más que a ese miedo a la muerte y al más allá. El hombre, indefenso como una fiera acosada por los cazadores, se refugia en ella para protegerse del miedo. A este miedo irracional, pavoroso y, en definitiva, sin causa , es a lo que llamamos Dios. No es por tanto una idea objetiva, sino fruto de un estado anímico del hombre. 23 Ibid. 24 Demonios, p. i, cap. III.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz