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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 107 — ¿Qué sería de mí sin Dios? — balbució rápida, enérgica­ mente ella; fijó en él un instante sus centelleantes ojos y, cogién­ dole la mano, estrechósela fuerte entre las suyas... — Pero ¿qué es lo que ha hecho Dios por ti? — inquirió Ras­ kolnikov, llevando más adelante su experiencia... — Lo hace todo — murmuró ella rápidamente volviendo a bajar los ojos...»21. En esta expresión queda retratada Sonia. Su vida no tendría sentido sin Dios. La lectura reposada del Evangelio la ha llevado a concebir a Dios como Padre que perdona la debilidad de sus hijos. No se esfuerza por romper con su vida culpable. Su situación no provoca la protesta airada contra la humanidad ni la rebelión contra Dios, que ha permitido este estado injusto de cosas. Sonia reza, con­ fía, reconoce su culpabilidad, llora resignadamente y espera. Al final, se abandona mansamente, sin esfuerzo, en los brazos de Dios. Y esta purificación interior, la entrega incondicional a los demás pisoteando sus más íntimos sentimientos, la total confianza en el Señor realizan el gran milagro. Siente que su carne manchada cae a pedazos y que le nace una piel nueva, pura y olorosa como la de un niño inocente. Todo lo que sabe de la vida, de Dios y de sí misma lo ha aprendido en ese libro, mugriento ya de tanto ser leído, brillante ya por el roce y las lágrimas, viejo ya de tanto como ha enseñado: e l e v a n g e lio . El Evangelio es «su secreto». El Evangelio es «su sabiduría»: «— Dios lo hace todo por mí»22. Como anota Madariaga, con su agudeza característica en una pincelada psicológica, en su H ernán Cortés: «... hay a veces vetas de romanticismo virginal en más de una pros­ tituta». 21 Ibid. 22 Crimen y castigo, p. iv, cap. IV.

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