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88 P. CALASANZ El Nocturno del P. Zósima lleva la marca de fabricación francis­ cana en su letra y en su música, en sus contenidos y en su forma expresiva. Está en la misma línea poética del Cántico d el H ermano Sol y en idéntica perspectiva metafísica del Itin erarium mentís in Deum. Vemos al monje meditador transfigurado en juglar francisca­ no de Las Florecillas. Recuerda el fraile poeta que en sus años de mocedad encontró a un joven campesino muy guapo que esperaba la hora del amane­ cer para ir a pescar. Los dos mozos protagonizan una hermosa his­ toria en la noche: «Y lo miro y tiene una mirada enternecida y clara. Noche luminosa, apacible, tibia, de julio; el río, ancho; bruma levántase de él; nos orea; levemente chapucean los peces; los pajarillos callan; todo quedo, bellamente ora a Dios. Los únicos que no dor­ míamos éramos nosotros dos: yo y aquel joven, y nos pusimos a hablar de la belleza de este mundo de Dios y de su gran misterio. Cada brizna de hierba, cada escarabajo, cada hormiguita, cada abeja de oro, todos, hasta causar asombro, saben su camino; care­ ciendo de inteligencia, del misterio de Dios dan testimonio; conti­ nuamente lo están ellos cumpliendo, y yo veo que se le encande­ ce el corazón al simpático mozo. Díjome que le gustaban mucho los bosques, las aves de la selva; era muy amante de los pájaros, entendía todos sus silbidos; a todos ellos los sabía coger. “Nada mejor que el bosque — dijo— no conozco, aunque todo está bien ”- l . La noche luminosa con racimos de estrellas, la bruma de brisas fragantes, el bosque, la piedra y el río... son «lugares teológicos», signos simbólicos de Dios con silogismos de luz y de belleza. Hay diversos modos de apuesta por la naturaleza que se quedan en la periferia, en lo anecdótico y en lo circunstancial. El turista va de paso en un mariposeo frívolo por el paisaje para coleccionar fotos como quien colecciona monedas o piezas de museo. El comerciante mira el bosque con ojos de sistema métrico y de cuenta bancaria. El artista contempla el universo en busca del goce estético. En un 1 Los hermanos Karamazov, p. 11, lib. VI, cap. II.

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