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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 105 sigo mismo? No sería la primera vez que Dostoyevski hace un «doblaje» para que el hombre que habla a solas encuentre quien le siga la corriente o le contradiga con violencia. Lo más probable es que sea el mismo hombre misterioso y voluble que lucha, se endio­ sa, se estremece, se deprime y se levanta obligado a dar una res­ puesta comprometedora. Es la postura ambigua de los temperamen­ tos impulsivos, que tan pronto razonan con profundidad como se dejan llevar por los instintos. La conversación ha llegado a un clímax de apasionamiento: «—Y por última vez te contesto que no lo hay (Dios). —¿Quién se burla así de los hombres, Iván? —El diablo debe ser —rió Iván Fiedórovich»19. Iván dice que no cree ni en Dios ni en el diablo, y se desentiende del asunto con un gesto cínico: «El demonio sabe lo que yo haría con el primero que inventó a Dios»20. Iván es tan desconcertante que admite la existencia de Dios, la pone en duda y la niega descaradamente. Y todo en una pieza. Con razón dice su hermano Alíoscha que Iván es «un enigma». SONIA SEMIONOVNA Es una mujer delicada, pura e infantil. Dostoyevski nos la pre­ senta frágil como una niña, compasiva como un ángel, con una carencia total de egoísmo y de ambiciones. Es una mujer que se olvida de sí misma y que lo da todo sin esperar nada a cambio. Una criatura así, por diversas circunstancias, acaba en prostitu­ ta. La lucha dura por la vida la «marca» fatalmente, en contra de sus 19 Los hermanos Karamazov, p. i, lib. VI, cap. VIII. 20 Ibid.

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