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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 103 «Y, efectivamente, el hombre ha inventado a Dios. Y no sería lo raro, no sería lo asombroso que Dios existiese realmente, sino que lo admirable es que ese pensamiento (el pensamiento de la imprescindibilidad de Dios) haya podido ocurrírsele a un animal tan fiero y malo como el hombre; hasta tal punto es ese pensa miento santo, hasta tal punto delicado y sabio y honra al hombre. Por lo que a mí se refiere, hace mucho tiempo ya que decidí no pensar en eso: ¿fue el hombre el que creó a Dios o Dios el que creó al hombre?»l6. Dios es «imprescindible» y necesario. En rigor, no sería asom broso su existencia real. La razón del asombro mayor tiene su ori gen en el concepto pesimista del hombre, «animal tan fiero y malo». Dostoyevski descubre con su ojo clínico la psicología pro funda del antagonismo existencial en que se debate el hombre: junto a la fiereza y la maldad brotan las flores de la santidad, de la sabiduría y de la gracia. Hay una ley de gravedad metafísica que atrae irresistiblemente al hombre al terreno de lo divino, al tiempo y al espacio de Dios, al sufrimiento «de no ser en lo eter no y lo infinito...», «a la pasión de Dios en nosotros», en frase genial de Unamuno 17. En el discurso dialéctico de Dostoyevski, que se ha enfrentado frontalmente al problema en todas sus vertientes — la negación, la duda y la sospecha— , se exploran zonas oscuras del pensamiento que limitan con las fronteras de la heterodoxia. La existencia de Dios es una realidad que se impone a la razón, no un invento ni una crea ción subjetiva del hombre. Desentenderse de un problema de tan alto rango filosófico por comodidad o por cobardía es una frivo lidad y una actitud estúpida del espíritu. Y ésta era precisamente la actitud de los ignorantes ilustrados, que negaban la existencia de Dios en nombre de la ciencia y del progreso: Dios es una infraestructura del oscurantismo religioso popular. El pueblo inculto inventa la fantasía de Dios como refugio de su impotencia, de sus terrores y de sus deserciones en la lucha por la vida. Dostoyevski desenmascara a estos intelectuales pre- 16 Demonios, p. m, cap. VI. 17 Vida de Don Quijote y Sancho. El sepulcro de Don Quijote.
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