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96 P. CALASANZ En todos sus horizontes, hasta en el «infierno del crimen»*, brilla su fe fuerte, robusta y purificadora. El pueblo vive con llaneza y con naturalidad la vida sobria, austera y resignada que inspira el Sermón de las Bienaventuranzas. El dolor, el trabajo, la caída y la misma muerte están iluminados por una luz de eternidad. El hombre ruso se acuesta con inmensa confianza en los brazos del Padre, tanto en la vida como en la muerte. Es verdad que el pueblo es, en gran parte, analfabeto: no sabe leer ni escribir, ni está promocionado culturalmente. Pero en el plano religioso posee la sabiduría más perfecta desde el momento en que conoce y ama a Cristo. Las incidencias de esta sabiduría de Dios en la sociedad rusa son de una importancia realmente vital. Sólo desde Dios pueden sentirse hermanados pobres y ricos, sabios e ignorantes, amos y criados. En la hermosa plática del P. Zósima, ya citada, se trata de la posibilidad de raer de sobre la haz de la tierra toda segregación de tipo clasista: ... «de si es posible que amos y criados se miren espiri­ tualmente como hermanos». La respuesta es afirmativa, ya que, en el momento en que el ricachón se avergüence de su riqueza ante el pobre, éste correspon­ derá a la humildad y al bochorno del rico con delicado afecto. Estas reflexiones sobre la riqueza y la pobreza pueden ampliarse a otras zonas de la convivencia, como el pensamiento, la autoridad, la delincuencia. Esto desde la perspectiva de la fe. Porque, si se pres­ cinde de Dios, los programas mejor planificados son pura utopía. Nunca se ha hablado tanto de la igualdad, de la libertad y fraterni­ dad. Y, al mismo tiempo, nunca han sido tan rabiosos los enfrenta­ mientos. La sociedad liberal fracasa porque se descarta deliberada­ mente a Cristo. El pueblo ruso salvará «el alma rusa» porque es sustancialmente sano, a pesar de sus pasiones y de sus pecados. Mientras que el ateísmo y el socialismo —con sus pretensiones y con su espíritu ico­ noclasta de los principios éticos— están desprovistos de la única idea-fuerza capaz de construir un mundo habitable: al desmantelar las bases espirituales, el edificio se derrumba con estrépito. La ciencia y el progreso —la razón endiosada— son imposto­ res que, a corto o largo plazo, causarán la ruina de la sociedad. Si

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