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MARÍA EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO 45 Por inculturación («contextualización» dicen los protestantes) se entiende la penetración del mensaje cristiano estableciendo nuevas relaciones entre el Evangelio y las culturas. Inculturación no es sólo encuentro, sino compenetración: proceso continuo, diálogo, inter­ cambio. El anuncio inculturado (a c com o d a ta p ra ed ica tio ) es la ley de toda evangelización (GS 44). Tal afirmación está respaldada por la tradición cristiana: ejemplo del pueblo romano con los bárbaros (derecho, etc.). Las Sumas medievales fueron también obras de diá­ logo (p. ej., La Suma p a r a los gentiles de santo Tomás). Más, si cabe, lo fue la evangelización americana con catecismos adaptados a las diversas civilizaciones (ejemplo especial es el Catecismo d e la Doc­ trina cristiana, del franciscano Pedro de Gante). En Méjico se forja un cristianismo nuevo en la vida del pueblo nativo, con su expre­ sión simbólica en la Virgen de Guadalupe. Amato aludió a la diversidad de tipos de encuentro entre el cris­ tianismo y las culturas desde la contraposición radical a una correla­ ción profunda en que Cristo trasformaría la cultura, para fijarse en el ejemplo de la teología nigeriana (postconciliar), que describe cinco aspectos: encarnacionista (el Verbo encarnado en la cultura; la individuación del «logos spermatikós»; analogías de Cristo como el gran curandero que santifica; paso a una vida nueva en la resurrec­ ción; neotestamentario global como continua purificación del Anti­ guo Testamento. Señalando criterios de inculturación, describió el cristológico como un verdadero proceso de nacimiento-crecimiento-muerte y resurrección (la gracia y la verdad por medio de Jesucristo). El Verbo se encarnó en la cultura hebrea, pero al mismo tiempo en toda la humanidad. Educación religiosa de entonces. Pero se une a toda la humanidad: El Evangelio acogido en un pueblo debe mantener su carácter de universalidad (ni griego, ni judío, ni varón, ni mujer). Tiene que ser una propuesta nueva y original no para eliminar las culturas, sino para darles un nuevo sentido, constituyendo un conti­ nuo juicio de valor sobre toda cultura, que siempre será purificable. La pretensión del Evangelio es una conversión de la cultura a su mensaje. Será casi inevitable que el mensaje evangélico pase por una fase de incomprensión, de juicio, al relativizar valores culturales. Es la incomprensión ya experimentada por san Pablo: «Mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predi-

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