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44 BERNARDINO DE ARMELLADA sía de Cristo: «palingenesis» en que aparecerá la gloria de Cristo. Los tiempos preparatorios desde Abraham a Cristo Jesús se cifran en seis días, y el séptimo será el juicio. Junto al Mesías se perfila la figura de María. Es la Virgen que da a luz al Dios con nosotros, que, nacido de mujer, lleva el tiempo a la plenitud (Gal 4, 4). En Lucas 1, 26, el mes sexto indicaría la sexta época iniciada con María, y el encuentro de María con Isabel podía ser figura del encuentro de los dos Testamentos. La imaginación de otras coincidencias no serían aplicaciones meramente subjetivas. Y José, como receptor de la revelación, significa un eslabón jurídico en la sustancial colabo­ ración de María en la Encarnación. Serán otras las perspectivas para el enriquecimiento de la mariología las que orientaron la intervención de Gerald O’Collins sobre «El equilibrio humano de Jesús». El análisis de las peculiarida­ des psicológicas de Jesús que pueden detectarse a través de los escritos neotestamentarios, especialmente Mateo, Lucas y san Pablo, dan por resultado un conjunto de actitudes masculinas (rotundidad en las propuestas, fuerza de concentración...) y de connotaciones femeninas (interioridad, oración, acogida amorosa, esperanza, per­ dón, no violencia). Hoy la psicología nos muestra la influencia deci­ siva de los padres en el niño. Algo tendrían que ver, pues, María y José en el equilibrio de características masculinas y femeninas que se dan en el hombre Jesús. Ángel Amato habló de «La Encarnación y la inculturación de la fe». En el proceso de la inculturación de la fe será iluminante el hecho fundamental de que el Hijo de Dios es sujeto de un naci­ miento terreno de una madre humana (Gal 4, 4). El Hijo eterno entra realmente en el tiempo. Y encarnación no es contacto superficial, sino auténtico hacerse (egéneto) bajo la ley, y dentro de la cultura de un tiempo. Pero se da una paradoja, ya que la Encarnación de Jesús es liberación de la ley y de la cultura. En consecuencia, el cris­ tianismo siempre ha implicado un cierto extrañamiento de la cultu­ ra, según lo anotado por Diogneto sobre los cristianos: «No se dis­ tinguen..., se adaptan al uso de los demás, pero tienen algo increíble —toda tierra es extraña y patria al mismo tiempo—», un «tertium genus», para quienes es lema la superación y cumplimiento de la tradición, continuidad y discontinuidad.

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