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MARÍA EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO 43 mí según tu palabra. María se pone ante Dios, Él es el Señor, ella la sierva. Esta relación se ilustra en el Magníficat: ha mirado la peque- ñez de su sierva. Isabel lo explica admirando en María la actitud de fe. El anciano Simeón vislumbrará el final de ese camino de fe: futu­ ro doloroso en la Pasión del Señor. María, atenta, meditativa, tiene abiertos los ojos hacia el futuro de Dios: perspectiva de Pascua. El privilegio de María tiene todo su fundamento en la gracia de Dios. Pero el relato nos muestra la cualidad de María en la más humilde disposición ante el Señor y la fe en la Palabra que la remi­ te al porvenir. Arístide Serva, por su parte, trata de desvelar el alcance de inserción humana que, en el Misterio de la Encarnación, se significa a través la implicación de José, esposo de María, como sujeto del anuncio. El Cristo an u n c ia d o a Jo s é (Mt 1, 18-25) fue el título de la disertación que buscó en los significados místicos de los números de generaciones, de grupos de generaciones, de semanas y de épo­ cas una tensión de la historia hacia la Encarnación. La estrategia de Dios se adaptaría a los modos humanos y el «polímeros» (= en múl­ tiples ocasiones) de Heb 1, 1, podría hacer alusión a las épocas o días de una semana cósmica, con el descanso en el séptimo día, cuya recapitulación iluminaría Mt 1, 17: las generaciones desde Abra- ham suman tres veces catorce. Y a la mística del número ternario se añade que el resultado de 14 x 3 (42) equivale a la multiplicación de 6 x 7. Seis grandes semanas desde Abraham a José, bajo cuya custodia se inaugura la séptima semana de la Encarnación del Verbo. El judaismo antiguo en el libro de los Jubileos es un testimonio de esos esquemas simbólicos de la historia humana: 6 aguas claras, 6 aguas oscuras, a las que seguirá la séptima, fase luminosa del reino mesiánico. El mundo judío-cristiano abunda también en esos simbo­ lismos numéricos aplicados al proceso de la historia. Orígenes, por ejemplo, considera el nacimiento de Cristo en la mitad del sexto milenio. En el séptimo es cuando los santos reinarán con Cristo. El libro del Apocalipsis dará lugar a interpretaciones y aplicaciones complicadas, pero siempre dentro de ese dinamismo de un tiempo calculado para la intervención definitiva de Dios en el mundo. Desde Mt 1, 17, el entero evangelio de Mateo se puede dispo­ ner en la semana cósmica: fin del mundo que coincide con la paru-

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