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MARÍA EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO 41 casa de Nazaret: fue en la discreción de la casa donde se verificó el Misterio. Y la realidad de la casa, expresión de vida concreta, no deja que el misterio cristiano se evapore en tesis abstractas. En la casa nos dejamos tocar por la realidad concreta de la Encarnación. El 23 de marzo, bajo el lema del «Día de la escucha fundante», se inició con la celebración de la Eucaristía, en la que R. Laurentin presentó a María como la mujer de la escucha, de la apertura plena a Dios, la mujer oyente que se deja iluminar por la luz del Misterio. Ella es ejemplo también para el teólogo, que ha de encontrar en la luz de Dios la unidad de todas sus reflexiones llegando a la simpli­ cidad de lo esencial, como fue sin duda la intuición de María, ilumi­ nada por el Espíritu Santo. La conferencia de Ugo Vanni («María y la Encarnación en la experiencia de la Iglesia juanea») entró en un campo exegéticamen- te movedizo —advirtió el ponente— a causa del discutido alcance del término «iglesia juanea». Supo, sin embargo, extraer de los textos directa o indirectamente marianos del cuarto evangelio, de la carta primera de Juan y del Apocalipsis (c. 12), habida cuenta de la inten­ sa vida litúrgica que los rodea, reflejos sugestivamente iluminadores de la función de María en todo el desarrollo del Misterio de la Encar­ nación. El «hemos contemplado su gloria», de Jn 1, 14, adquiere una categoría de experiencia singular en la hipótesis nada improbable de comprender en el «nosotros» a María, la Madre de Jesús. Lo mismo cabe decir, y aquí con un matiz entrañable, de la introduc­ ción de 1 Jn, 1, 1: «Lo que contemplamos y tocaron nuestras manos del Verbo de Vida». El suceso de Caná tiene igualmente aspectos a descubrir siempre de nuevo. El «¿qué h ay en tre ti y mí?» no indica repulsa de la sugerencia de María, ya que en realidad es acogida por Jesús. La capacidad creadora de Jesús, como Dios, se pone allí al servicio de la humanidad. Es una expansión encarnatoria en que María, «la mujer», tiene un papel importante. En Caná se da un pre­ ludio de la «hora» definitiva en que la Encarnación llega a su pleni­ tud. Será junto a la Cruz cuando se le revele a María todo el com­ promiso de su maternidad mesiánica. Madre de Juan, es madre de la iglesia juannea, de toda la Iglesia, para continuar en ella la Encar­ nación de Jesús, una encarnación que se expande en una iglesia saturada de Jesús por obra de María. La «gran señal» de la mujer

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