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54 BERNARDINO DE ARMELLADA Especial atención mereció la intervención del profesor de teo­ logía protestante de la Universidad de Basilea, Heinrich Otto , sobre la «Perspectiva protestante» en relación con la mariología. Quiso pre­ sentar la situación de un teólogo protestante en la corriente de tra­ dición cristiana. Libre de dogmatismos, moralmente obligado a la Iglesia de los Padres. La Madre de Dios es tema también para los protestantes, dijo. No podemos echarnos atrás. María no puede ser un obstáculo. Ella es el ápice de la comunidad de los santos, pre­ sentes todos, vivos y difuntos. Los dogmas mariológicos, justamente interpretados en su profundidad, no pueden ser extraños a la tradi­ ción protestante: el triunfo de la gracia divina que no sólo es ofre­ cida, sino que llega vencedora a su meta. Dijo que esto era un punto de vista bastante personal y bastante especulativo... Situó su visión del problema, citando a Cullmann (mi compañero, notó), en la unidad a través de la multiplicidad de carismas, que deben comple­ tarse mutuamente para llegar a la plenitud de Cristo. Regla funda­ mental sería la tolerancia para otras tradiciones cristianas, moderan­ do los excesos. Hay un carisma católico y otro oriental, reconocible y estimable. La Mariología del Concilio Vaticano II en la Lumen Gen- tium, dentro de un esquema ecuménico, constituye un carisma par­ ticular en una comprensión siempre más profunda del Misterio de la Encarnación. La función materna no oscurece la mediación de Cristo, más bien muestra su eficacia. Atención a dos aspectos que no cesan de maravillarnos: 1) Que Dios se haga hombre, que se haga carne. No es sólo un hombre singular. La asunción de la naturaleza humana expresa el aspecto universal: naturaleza humana es lo que es común a todo hombre. Ontología griega «natura», dema­ siado indeterminado. Debemos ir más allá del viejo concep­ to de «natura», reformular la fe de la Encarnación del Logos. El Señor está presente en la contingencia de todo ser huma­ no. Una presencia personal, compañera, animadora. Jesús dice en Mt 25: «Cuando habéis hecho eso a uno... lo habéis hecho a mí». No dice «como si fuera yo», sino «a mí», «por­ que estoy presente y sufro con ellos». La sustancia de la Encarnación no es algo que se afirma recordando. El suce­ so mismo transforma la situación de cada hombre en modo casi objetivo, más allá de la conciencia. Tarea importante es

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