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MARÍA EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO 51 fico. La Cruz no es un suceso aislado. Quien dice Encarnación, dice Cruz. Y María, desde la Encarnación a la Cruz pertenece al ámbito de la salvación. A ella le corresponde la «sensación» corpórea por antonomasia de presencia del «Dios con nosotros». Se la redescubre como la «esposa» del Nuevo Testamento. Y resulta felizmente sor­ prendente el relieve que da a María la teología de la liberación. No es sólo la fascinante Madre de Jesús, es miembro activo en la lucha del pobre. Dios nació de una mujer, y ella hace de su M agn íficat un canto de guerra... por la liberación humana. Al mismo tiempo, se advierte la recuperación de la tradición eclesiástica. «No hay Encarnación sin suceso pascual, y viceversa». La conclusión es que la Encarnación es «punctum dolens» de la teología frente a una cultura humana que muestra alergia a la posi­ bilidad de superación trascendente de los procesos naturales. Será, pues, un reto ante el tercer milenio la celebración de la efemérides del nacimiento de Cristo reconociendo la densidad del Misterio en orden a una verdadera liberación humana. Se trata de la identidad del cristianismo. La «Theotókos» es la verificación de la concretez de hecho histórico. Sintonizando con María, la Iglesia será madre virgen, que hará nacer a Cristo en el corazón del hombre. Ign acio M. Calabu ig volvió la mirada del congreso al ejemplo vivo de la Iglesia antigua en «La celebración del Misterio del Verbo Encarnado» fijándose en la «oratio super psalmos», hoy muy valora­ da por los liturgistas. Constata la fuerza creadora con que se supera el abismo entre la comunidad cristiana y la cultura en que nacieron los salmos. Especial referencia merece la Serie hispánica (mitad siglo vi). La visión del Misterio de la Salvación es completa, con tér­ minos teológicos tomados de los concilios. Las oraciones se dirigen a Cristo como a Dios, también el terrible nuestro Dios. Hecho hom­ bre, el Verbo no se separa de Dios. Haciéndose hijo de María no deja de ser Hijo de Dios. La Encarnación tiene un sentido soterioló- gico. En esta luz el seno de María es lugar sagrado donde Dios cum­ ple maravillas: lugar de ingreso y de «egressus», tálamo nupcial. El Verbo se hace Emmanuel. Con la unción del Espíritu Santo el Verbo se hace cabeza de la humanidad y la asocia a sí. La justicia y la ver­ dad se besan en el seno de María, de donde parte la luz, donde tiene su inicio el vigor iluminante y purificador de la humanidad.

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