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MARÍA EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO 49 como las demás mujeres, ofreciendo la materia activamente fecun­ dada por la acción milagrosa de Dios. Y como las demás madres, fue madre verdadera de la persona que nació de ella. Pero en su caso la persona es Dios, el Verbo hecho hombre, Jesús. San Buena­ ventura dirá que María hace al Verbo de Dios nuestro hermano. Y será el Beato Juan Duns Escoto quien atribuirá un p a p e l activo en la en ca rn a ción a la m atern idad de María. Propone cuatro razones: 1) Las potencias activas de una especie (sean masculinas o feme­ ninas) producen activamente seres de la misma especie. 2) Ama más el que ve en el otro (aquí el hijo) su obra; y la madre ama más que el padre. 3) El que obra, infunde su semejanza en lo que hace; y el hijo se parece más a la madre. 4) La madre tendría la función de la tierra, donde germina una planta o un gusano!! La madre de un hombre es mucho más activa. La maternidad de María era, pues, natural también en su potencia activa. Sobrenatural fue el modo; pero una maternidad según toda la realidad. El Espíritu Santo y María fueron principios agentes más perfectos que el padre y la madre naturales. En ella alcanza la maternidad su expresión más alta. Más madre que las demás madres. La excelsa dignidad de María le lleva a la afirmación de la Inmaculada. F ran çois Marie Léthel, apasionado devoto de María, ilustró el tema de «María en la Encarnación según S. Luis M. de Montfort y la escuela berulliana». Es una espiritualidad narrativa que contempla la maternidad de María en el Misterio de la Encarnación y de nues­ tra divinización. S. Luis M. Grignon de Montfort, en relación con Bérulle, afirma que la maternidad divina, en el corazón de la encar­ nación, ocupa un puesto fundamental en el proceso de nuestra san­ tificación-divinización. Una frase sola: María es el gran sello de Dios hecho por el Espíritu Santo para formar un Hombre-Dios en la unión hipostática y un hombre-Dios por la gracia en nuestra santificación. Así la gracia se presenta en una dimensión rica de referencias: fun­ damentalmente cristocéntrica, trinitaria, pneumatológica y eclesioló- gica. Hace notar cómo Bérulle, difícil y poco leído en su vida de Jesús, plegarias y oraciones, encuentra en la obra de S. Luis M. Grig­ non un digno heredero espiritual. La obra de S. Luis, Tratado d e la v erd a d e r a devoción , será una joya de espiritualidad mariana que enseña un camino simple de santidad, en cuyo estilo se modelará la vida de santa Teresita del Niño Jesús. Por encima de algunas visio-

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