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10 DOMICIANO FERNÁNDEZ las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, a ser sensa­ tas, castas, hacendosas, sumisas a sus maridos, para que no sea inju­ riada la Palabra de Dios» (Tit 2, 3-5). Las viudas colaboran, pues, en el ministerio apostólico y especialmente en las obras de caridad. El primer testimonio extrabíblico sobre las viudas como grupo eclesial es un texto curioso de Ignacio de Antioquía (f ca 115) en el saludo final de la carta a los Esmirniotas: «Saludo a las familias de mis hermanos, con sus mujeres e hijos, a las vírgenes que son lla­ madas viudas» (Smirn. 13, 1). Es de suponer que se trata de vírge­ nes de edad avanzada que fueron admitidas en el orden de las viu­ das n . Sólo indirectamente testimonia la existencia de estos dos grupos. En el siglo m diversos autores importantes nos hablan de las viudas y de las vírgenes. Cartago y Roma en Occidente y Alejandría y Siria en Oriente son los centros de donde proceden los testimo­ nios más relevantes. Tertuliano en su época de católico se escanda­ liza de que mujeres heréticas tengan la osadía de enseñar, disputar, hacer exorcismos, prometer curaciones e incluso bautizar 12. En otra obra se pregunta, pero no siempre como hipótesis imposible: «¿Lle­ gará el descaro de la mujer, que ya ha usurpado el derecho de ense­ ñar, hasta arrogarse el de bautizar?»13. Esta actitud de total rechazo sobre la actividad eclesial de la mujer no cambió en su época montañista a pesar de que en el mon­ tañismo desde sus orígenes las mujeres tuvieron un papel relevante. Sólo admite para ellas una función profètica. En su obra De virgini- bus velandis repite con la misma energía «que no es permitido a la mujer hablar en la iglesia (cf. 1 Cor 14, 34-35), ni enseñar, bautizar, ofrecer ni reclamar para ella parte alguna en una función propia del hombre, y menos aún en el ministerio sacerdotal»14. Respecto del 11 Es la interpretación de A. L elong , Th. C amelot y otros, quenosparece pre­ ferible a la de J. B. L ig h tfo o t , el cual piensa que setrata de viudas de tal pureza que Ignacio las denomina vírgenes. Véase la nueva edición bilingüe preparada por J. A yán C alvo , Fuentes patrísticas 1, Ciudad Nueva, Madrid 1991, p. 179, nota 33. 12 De praescript. haeret. 41, 5; CCL 1, 221. 13 De baptismo, 17, 4; CCL 1, 291. 14 De virg. vel., CCL 2, 1030.

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