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26 DOMICIANO FERNÁNDEZ singular de las coliridianas, unas mujeres de Arabia, que ofrecían a María una especie de torta de pan, como si fuera una diosa, y luego comulgaban con ella. Epifanio rechaza enérgicamente este error como una idolatría, pues María es pura criatura. Pero lo que más le preocupa al celoso obispo es que las mujeres asuman funciones sacerdotales. Esto es intolerable. La mujer es un ser débil, versátil, de inteligencia mediocre. Una vez más el demonio se sirve de ellas para esparcir sus errores, como hizo con Quintila, Maximila y Prisci- la, y como ya lo había hecho en los orígenes de la humanidad. Jamás una mujer ha ejercido el sacerdocio. Ni siquiera Eva, culpable de un pecado tan enorme, tuvo la osadía de cometer tal impiedad45. Tampoco el N.T. ha permitido a las mujeres ser sacerdotes. Si esto hubiera sido posible, nadie hubiera sido más digna que la Virgen María. Pero Dios no lo quiso a sí46. A continuación habla de las diaconisas y de sus funciones. Reconoce que existe en la Iglesia un «orden de las diaconisas» (óiaxoviaacov xáy\ia ), que fue instituido, no para ejercer funciones sacerdotales, sino para salvaguardar el decoro y la honestidad en el bautismo de las mujeres. Su labor no se limita al momento del bau tismo o de la unción, sino que deben cuidar también de la bauti- zanda, si le ha pasado algo o sufre alguna molestia y ayudarle a des nudarse. En esto los cánones y disciplina de la Iglesia han procedido con mucha prudencia. Pero este ministerio no les autoriza a asumir funciones sacerdotales, puesto que ni siquiera le es permitido hablar en la iglesia (cf. 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 12) ni ejercer autoridad sobre el varón47. Para Epifanio las diaconisas forman parte del «orden eclesiati- co>>, pero no de la jerarquía. En el epílogo de su gran obra Pana- rion, que suele citarse como Expositio fidei , hace una enumeración de los diversos grados y oficios del estamento eclesiástico. Al pri mer grado pertenecen los obispos, presbíteros, diáconos y subdiá- conos. Éstos sólo pueden ser elegidos de entre los que profesan la virginidad o no se han casado en segundas nupcias. En el segundo 45 Cf. Panarion, haer. 79, 1-2; GCS 37, 476-477. 46 Ibid., haer. 79, 3; GCS 37, 477. 47 Haer. 79, 3; GCS 37, 478; PG 42, 744-745.
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