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20 DOMICIANO FERNÁNDEZ 4) El Señor no envió a las mujeres a enseñar, aunque tenía muchas discípulas y muy santas. 5) El Señor fue bautizado por Juan. Si fuese lícito a la mujer bautizar, hubiera sido bautizado por su propia madre. 6) Los autores prolongan en su reflexión las razones que toman de san Pablo: el varón es la cabeza de la mujer; el cuerpo no puede dominar a la cabeza; a la mujer le corres­ ponde rezar y escuchar, y no mandar. 7) En realidad los argumentos que aducen estos autores para rechazar el ministerio sacerdotal de la mujer, los extienden a la enseñanza y al bautismo. Estos argumentos, a pesar de su poca consistencia, se han repe­ tido a lo largo de la historia hasta nuestros días. III. MINISTERIO DE LAS DIACONISAS Las dificultades que afloran hoy sobre el ministerio de la mujer se refieren principalmente al carácter del diaconado femenino y a la prohibición de acceder al sacerdocio. En la antigüedad sólo existie­ ron las diaconisas. Nos proponemos recoger algunos textos y datos históricos importantes que orienten nuestra reflexión. En la Didascalia y en las CA se recomienda al obispo que elija bien a sus colaboradores. Reproducimos los textos en dos columnas paralelas: «Por esto, obispo, procúrate co­ laboradores de la justicia, que ayuden a tu pueblo para la vida. A quienes te agrade de todo el pueblo, elígelos y constituyelos diáconos: al varón para que se preocupe de muchas cosas necesarias, a la mujer para el ministerio de las mujeres. Porque hay casas donde no puedes enviar un diácono a las mujeres por causa de los infieles; envíales diaconisas. Por­ que en otras muchas cosas es nece­ sario el puesto de la mujer diaconisa. En primer lugar, cuando las mujeres «Por esto, oh obispo, designa colaboradores de la vida y la justicia, diáconos bienquistos de Dios, a quienes de entre todo el pueblo juz­ gues que son dignos y adecuados para el servicio de la diaconía. Elige también una diácono fiel y santa para el servicio de las mujeres. Por­ que, cuando no puedes enviar un diácono a las mujeres en algunas casas, por causa de los infieles, en­ víales una mujer diácono para (evi­ tar) las sospechas de los malévolos. Porque en otras muchas cosas nece-

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