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18 DOMICIANO FERNÁNDEZ tros la madre del Señor y sus hermanas y además María la Magda­ lena y María la de Santiago y Marta y María, las hermanas de Lázaro, y Salomé y algunas otras. Si hubiera sido necesario que enseñasen las mujeres, él hubiera mandado primero a aquellas que estaban con nostros a catequizar al pueblo, puesto que «si el varón es cabeza de la mujer, no es justo que el cuerpo restante domine a la cabeza» (1 Cor 11, 3 ) 34. Tenemos aquí, ya desde el siglo m, el argumento clásico que se repetirá hasta nuestros días para negar a la mujer el ministerio de la enseñanza y la posibilidad de acceder al sacerdocio. Cristo envió únicamente a los Doce, que eran varones, y no escogió a ninguna mujer, ni siquiera a su madre, para este ministerio. Nótese que las Constituciones apostólicas mencionan expresamente a la madre del Señor. Esta mención, como argumento contra el posible sacerdocio de la mujer, aparece en los escritores posteriores hasta Pablo VI y Juan Pablo II. El primer Papa que, según creo, se valió de este argu­ mento fue Inocencio III en el siglo x i i i , refiriéndose a las potestades de las Abadesas de Las Huelgas, que deseaba limitar. En el Breve Nova quaedam , dirigido a los obispos de Burgos y Palencia, afirma que «aunque la beatísima Virgen María fue más digna y excelente que todos los apóstoles, no a ella, sino a éstos confió el Señor las llaves del Reino de los cielos»35. b) Respecto del bautismo enseña la Didascalia: «No aprobamos que la mujer bautice, ni que (nadie) sea bau­ tizado por mujer, porque esto es ilegítimo y constituye un gran peligro para ambos. Si fuera lícito ser bautizado por mujer, clara­ mente nuestro Señor y maestro hubiera sido bautizado por su madre. Pero fue bautizado por Juan, como otros del pueblo. No 34 CA III, 6, p. 191. Cualquier lector puede advertir, en el marco de la misma doctrina, las notables diferencias de ambos textos. Las CA nombran muchas más mujeres, la madre del Señor y sus hermanas, Salomé, Marta y María, hermanas de Lázaro y algunas otras. María, «hija de Santiago» en Did. es en CA sencillamente «la de Santiago», es decir, su madre o su hija. En CA se añade el socorrido argumento de que el varón es cabeza de la mujer. 35 I n o c e n c io III, Nova quaedam, PL 216, 356.

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