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16 DOMICIANO FERNÁNDEZ Las CA repiten estas comparaciones ampiándolas un poco y aña­ diendo el grupo de las vírgenes. Es interesante, por ejemplo, la expli­ cación que añade a la diaconisa como tipo del Espíritu Santo: «La diá­ cono sea honrada por vosotros como tipo del Espíritu Santo, que no hace ni dice nada sin el diácono, como tampoco el Paráclito dice o hace por sí mismo cosa alguna, sino que dando gloria a Cristo cum­ ple (jreQi(iiév8L) su voluntad. Y como no se puede creer en Cristo sin la enseñanza del Espíritu, así tampoco sin la diácono ninguna mujer se acerque al diácono o al obispo»31. La comparación de la diaconisa con el Espíritu Santo en ambos documentos no debe maravillarnos, porque en hebreo Ruah (espí­ ritu) es femnenino y es muy frecuente en los textos religiosos orien­ tales presentar al Espíritu Santo en figura de mujer o como princi­ pio femenino de la divinidad. No queremos comentar ni criticar esta tipología, pero no deja de ser extraña y peligrosa: «El obispo sea honrado como Dios por vosotros». Aparece ya una sacraliza- ción excesiva de la autoridad y de los funciones eclesiásticas: El obispo debe ser amado y honrado como tipo de Dios (Padre), el diácono como tipo de Cristo, la diaconisa como tipo del Espíritu Santo. No sólo se habla de que representan a Dios, a Cristo o al Espíritu Santo, sino que se les debe amar y honrar por lo que repre­ sentan. 31 CA, II, 26, p. 105. Generalmente aprovechamos los textos y la traducción de la magnífica obra de M. A lcalá , La mujer y los ministerios en la Iglesia, Salaman­ ca 1982, aunque con frecuencia tengamos que corregir algunas citas y la traducción. En p. 170 traduce M. A lcalá : «Sin el diácono ninguna mujer preceda al diácono o al obispo». La traducción correcta es: «sin la diácono (o diaconisa) ninguna mujer se acerque al diácono o al obispo«*. Tampoco nos parece correcto traducir TÚJiog por prototipo, puesto que el prototipo es el arquetipo del que participan en mayor o menor grado los modelos o personas que lo representan. No son los obispos, los diáconos o las diaconisas los prototipos, sino Dios, Cristo y el Espíritu Santo (véase el texto en la p. 169 de la obra citada). En 1995 ha salido a luz una nueva edición de esta obra con el título Mujer, Iglesia, Sacerdocio, Edic. Mensajero, Bilbao. Omite la «sección bibliográfica» y algu­ nas otras cosas, pero añade un nuevo capítulo sobre la Ordinatio sacerdotalis de Juan Pablo II (pp. 409-427), un apéndice con el texto de la 34.a Congregación Gene­ ral de la Compañía de Jesús en 1995 sobre la situación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad (pp. 409-427) y un índice onomástico (pp. 445-461).

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