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LA DEVOCIÓN POPULAR A SAN ANTONIO EN TORNO. 647 creo yo, una forma de conocimiento y revelación. Los devotos van a él con una «factura de cobro» por la confianza que le dispensan. La aislada santidad de su persona interesa poco; lo que está delante de sus devotos es una persona existente, que tiene un nombre, y una reconocida forma generosa de actuar. Y con per­ dón de los teólogos me permito interpretar el pensamiento de santo Tomás: «La f e no term in a en los en u n c ia d o s , sin o en las co sa s» 14. Es cierto que las «cosas» en la frase de santo Tomás es Cristo; pero al menos simbólicamente revierte en todo lo que es necesidad humana. Existe una devoción que es experiencia, es decir un gustar, un tocar y un recibir, incluso un ver figurativo, en imagen. El espiritual contacto con los ejemplos de santidad de san Antonio no oculta a la gente sencilla la existencia que está ahí, alrededor de nosotros, en nosotros; ella es nosotros, y la sentimos. La existencia se desvela en necesidad, en dolor, en búsqueda... Y ésta es la factura que pasa la gente devota al santo taumaturgo, que por cierto se revela, según puntualiza su primer biógrafo, estrictamente entrañable y familiar: «Viendo el f i e l y p ru d en te sier­ vo d e D ios q u e e r a im p resc in d ib le qu e e l p u e b lo se o cu p a r a en las f a e n a s d e recolección , d eterm inó d e ja r la p r ed ic a c ión basta el tiempo oportuno »15. Afirmo, otra vez, que no puedo negar que no haya intentado, inútilmente, «quemar el almendro», más exactamente el «enorme nogal» donde san Antonio y dos compañeros tenían su celda l6; pero la realidad me ha convencido que desde ahí, «en las alturas habita Dios —y los santos— y mira las cosas humildes de la tierra»17. El fenómeno san Antonio, milagrero y liberal, no es convenien­ te enjuiciarlo desde la consideración de los meros principios religio­ sos, sino desde lo que acontece, de los hechos, y los hechos son: el pan de los pobres, las obras sociales en torno a su figura, los fieles que se agolpan ante su altar. No hay una espiritualidad antoniana, como hay una espiritualidad franciscana. 14 Santo Tomás, 5. Th., II-II, 1-2, ad 2. 15 Assidua, 15, 2. 16 Assidua, 15, 3- 17 Salm., 112-6.

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