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612 LUIS ORTIGOSA RODRÍGUEZ no, que lo advirtió, llamó a los bomberos. El día 9 de diciembre, a pri­ meras horas del día, incendiaron, sin demasiado éxito, cinco centros religiosos de la ciudad. Durante la misa de las 8 entraron cuatro indi­ viduos en la capilla y lanzaron botellas de líquido inflamable sobre el confesonario, las puertas y el atrio, alcanzando a una persona. El coche de bomberos, que subía a apagar el fuego, fue incendiado en el cami­ no por un piquete revolucionario armado. Sólo la rapidez de los frai­ les consiguió apagar el fuego. Ante el cariz que tomaban los hechos, el 15 de febrero de 1934 se abrió una puerta secreta en el sótano de la casa, que comunicaba con la huerta de un vecino amigo 20. Durante la guerra civil sólo hubo un momento difícil y fue el 5 de noviembre de 1937, cuando aviones republicanos bombardea­ ron el polvorín de Torrero. En la comunidad no hubo que lamentar heridos, pero sí daños materiales cuantiosos: tabiques y cielo raso venidos abajo, puertas y cristales rotos. El daño lo calculaba el cro­ nista en unas 10.000 pesetas21. 2. 1944-1995: N u evo santuario de san A nton io en el P aseo de C uéllar , 10 Ya se expusieron los dos intentos que hubo de fundar en el caso urbano de Zaragoza. El tercero llegaría después de la guerra. Respon­ dió a una oferta hecha por el capuchino genovés Pietro da Varzi, capellán de las tropas de voluntarios italianos en la guerra civil espa­ ñola. Dicho padre había conseguido el visto bueno del Gobierno ita­ liano para edificar un gran mausoleo donde depositar los 4.000 volun­ tarios muertos, dispersos en más de 180 lugares de España. El proyecto del P. Pietro lo formaban tres edificios en unidad funcional y arquitectónica: el mausoleo, una iglesia dedicada a san Antonio de Padua y una residencia-convento. Dicho padre eligió Zaragoza como la ciudad idónea, y el parque Pignatelli, cercano al Canal Imperial, como el lugar indicado, y ofertó el proyecto a sus hermanos capuchi­ nos para que fuesen ellos los encargados de velar por el mausoleo, tuvieran el usufructo del templo y se hicieran cargo del convento. 20 Crónica, pp. 141, 149-151, 158. 21 Crónica, pp. 206-208.

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