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616 LUIS ORTIGOSA RODRÍGUEZ — El tercer momento, de 1964 a nuestros días, comienza con la nueva configuración de las iglesias en parroquias, que va a exigir otra orientación de la evangelización. Coincide también con una época de profundos cambios en la Iglesia, la Iglesia postconciliar, y en la sociedad española, que evoluciona hacia formas políticas, eco­ nómicas y sociales radicalmente distintas. Será también época de crisis vocacional, con un número cada vez menor de ingresos y de mayor edad de los religiosos. Es un período de crisis, en el que caen formas que hasta entonces habían funcionado, y en el que hay que volver a crear otras nuevas. 1. D evoción a san A nton io Creo deber de justicia comenzar esta presentación de la activi­ dad evangelizadora, recalcando algo fundamental: el papel que la persona de san Antonio ha tenido en ella. En Zaragoza había ya devoción al santo, aunque repartida en diversas parroquias y templos. Lo nuevo es que, poco a poco, los devotos van a ir cen­ trando esa devoción en torno a nuestras iglesias, la de Torrero pri­ mero y la de Paseo Cuéllar después. De una parte, para muchos san Antonio fue el motivo inicial que los llevó a nuestras iglesias y, de otra, nuestros templos han sido difusores de su devoción entre el pueblo. Devoción entre el pu eb lo Como testimonio, me ha parecido bueno copiar tres afirmacio­ nes de diferentes años sacadas de la Crónica conventual. La primera es del 28 de diciembre de 1930. El cronista apoya su juicio sobre el aumento de la devoción a san Antonio en torno a la capilla en dos datos: la asistencia a las funciones religiosas y las limosnas: «Debido acaso a la mayor difusión de nuestra pequeña revista El Mensajero d e San Antonio, se advierte que la devoción al glorioso santo de los milagros aumenta. Se nota también que la devoción antoniana de los zaragozanos va orientándose hacia nues­ tra capilla, que es — en el concepto de todos— la Capilla de San Antonio por excelencia... Correspondiendo a este aumento de la