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LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN TORNO A SAN ANTONIO.. 601 nescentes, verbi gratia: el discurso demagógico sobre la cuestión social, o el mugriento ecologismo demencial, que condena a la cárcel a un buen hombre del pueblo por matar un lagarto... para comer. El pobre quiere pan, no actitudes, ni buenos sentimientos, ni dis­ cursos sociológicos, que no sirven para quitar el hambre. El pobre quiere hechos, no sofismas que descubren la fea catadura moral del personaje. Sofismas como el siguiente: «<Nodes pan a los pobres, ensé­ ñales a ganarse el pan. No les des pescado, enséñales a pescar...». El caso es que, gracias a la generosidad y al desprendimiento de las buenas gentes de Antonio, los pobres tienen pan y comida caliente en la mesa servida. Gracias a esta buena gente, los pobres viven al día y miran al mañana con alegría y con esperanza. EVANGELIZACIÓN / SACRAMENTALIZACIÓN Son dos tiempos de la misión redentora, las dos alas de la palo­ ma apostólica, dos ritmos en la dinámica de la existencia cristiana. En rigor, la desvinculación, la disgregación o la contraposición de hecho entre palabra y sacramento es falsa y artificial. No hay, por tanto, lugar para la disyuntiva y menos para la adversativa porque son realidades complementarias. No hablamos de evangelización o sacramentalización, sino de evangelización y sacramentalización. Los teólogos, moralistas y liturgistas de primera fila festejan el maridaje espiritual con profundas y graves reflexiones. No se les ha pasado por la imaginación la ruptura, ni una situación conflictiva en esta unión exigida por la misma naturaleza de las cosas. En rigor, el sacramento es el vértice de la misión evangelizadora. La palabra orien­ ta, guía y lleva al sacramento. Como decía con gracejo un pura san­ gre del púlpito, el sermón levanta la pieza, la confesión la cobra... La recepción del sacramento es el Kairós —el tiempo y espacio del kerigma en toda su virtualidad y con toda su fuerza expresiva—. La celebración es estéticamente bella con el protagonismo de los signos, de los símbolos y de las imágenes de la presencia viva y amorosa del Señor. Por la rama de los signos sensibles —el agua, las espigas, las vides y los olivares— llegan los sentidos corporales hasta la temblorosa flor del alma.

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