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600 JOSÉ CALASANZ GÓMEZ novenas de san Antonio abarrotan nuestras iglesias y el pueblo está hambriento de la palabra de Dios. No es una exageración piadosa. Es un hecho de experiencia que vemos con nuestros ojos y palpa­ mos con nuestras manos. Los impugnadores de la devoción popular y, en concreto, de esta predicación de iglesia desconocen, con ignorancia culpable, la psicología de la gente y la fuerza inmensa de renovación y de for­ mación de esta actividad kerigmática, en un clima de recogimiento, de escucha benévola y ferviente, de ansias y exigencias de supera­ ción, de profundas convicciones religiosas, de reunión familiar en torno al pregón de la Buena Noticia de gozo para todo el pueblo. Tenía razón un avispado director de empresa, en una tertulia de amigos, después de la misa dominical: «Déjame ocho días tu cliente­ la y arde el negocio...». Prestadle al público de la novena de san Antonio a un activista y... ¡arde la ciudad! E l « pan de los po br es » El milagro de los panes y los peces sigue llenando los cestos y escriños de la devoción popular y Antonio los distribuye a la multi­ tud hambrienta. Y es que, en buena lógica devocional, compartir la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía es compartir el pan repartido y un compromiso de comunicación y comunión de bienes materiales. La obra social de san Antonio es sencillamente asombro­ sa y gigantesca. Si el árbol se conoce por sus frutos, la devoción popular antoniana es árbol espléndido cuyas ramas se rompen por el peso frutal. Son muchos los millones que reparte el santo para que haya pan en la mesa de los necesitados, que, en situaciones de crisis y de paro laboral como la nuestra, son cada día más numero­ sos y más olvidados. «Obras son amores... y no buenas razones». Y si no valen las bue­ nas razones, mucho menos las malas razones, como la mala concien­ cia de los tipos «perro de hortelano» que, en su resentimiento, no dan nunca nada y vuelcan su agresividad en los que dan siempre a manos llenas. Es mala razón poner todas las cargas sobre los hombros de la sociedad, con una despreocupación culpable del problema. Obras, hechos, no eufemismos para la evasión o para sentimentalismos eva-

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