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598 JOSÉ CALASANZ GÓMEZ Cpn este estilo encandila al pueblo, goloso catador de las figu ras vivientes y de las formas plásticas. La tentación, como drama existencial y como fenómeno peligroso en la vida espiritual, tiene un tratamiento de deslumbrante hondura y rigor psicológico. Le ponemos voz y gesto de escena y resulta estremecedor: la araña prepara su tela mortal para sorprender con el engaño y devorar su presa. La araña es el tentador: «Así hace el diablo: cuando quiere prender al hombre, extien de primero ciertos hilos de pensamientos sutiles, poniéndolos en los sentidos del cuerpo, para así astutamente poder saber a qué vicio se siente cada cual más inclinado. Después teje en el medio del corazón una red suficiente y en ella prepara el lugar conve niente para la caída. Entonces acude él al centro, como quien observa a un animalillo. En todo el cuerpo del hombre, el demo nio no encuentra lugar mejor para su caza que el corazón, por que de él procede la vida. Cuando ve caer alguna mosca, es decir, un animal sensual, comienza a enredarla con tentaciones diversas y a envolverla con tinieblas finas, sutiles, para debilitar y afeminar la mente, y así le chupa la fuerza del corazón, pues mientras está sólo en el alma, el diablo no la puede dañar» (D om ingo III d e Cuaresma, 9). En una especie de «audio-visual» espléndido, la tórtola protago niza las calidades femeninas y maternales de la esposa, con los pri mores descriptivos del detalle: «Si la tórtola pierde a su compañero, no vuelve a tener otro. Va sola, no bebe agua clara, no se posa sobre la rama verde. La paloma, a su vez, es sencilla. Fabrica un nido relativamente áspe ro y pobre. A nadie hiere con su pico ni con sus uñas. No vive de rapiña. Alimenta a sus polluelos de lo que ella come. No prue ba carne muerta. Nunca invade posesiones de otras aves, por pequeñas que sean. Nútrese de cosas limpias. Calienta tanto la pollada ajena como la propia. Para evitar la acometida del gavi lán, construye su morada junto a la corriente. Hace su nido en la piedra y en él se refugia cuando se aproxima la tempestad. Se defiende con las alas. Vuela en bandadas. Su canto es un gemi do. Es fecunda. Da de comer a sus pequeñuelos de dos en dos. Advierte asimismo que, mientras la paloma empolla y crecen los pichones, sale el macho y va a chupar la sal de la tierra y la colo-
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