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596 JOSÉ CALASANZ GÓMEZ pastoral del santo, transparencia, blancura, belleza y fragancia, como fruto del temple y del rigor contra las tentaciones carnales. San Antonio tiene siempre, sobre la mesa de estudio y oración, o en el atril de sus manos, el libro de los Santos Evangelios. Dejo la valoración científica y técnica a los especialistas en la materia. Lo cierto es, desde mi perspectiva, que vivió con especial intensidad el Evangelio como «regla y forma de vida» y, en este sentido, la exége- sis más pura y más verdadera fue su propia historia personal. El Evangelio fue la razón de su entera existencia. Y con el libro del Evangelio, el Evangelio viviente, el Niño Dios en persona, en las manos y en los brazos del santo. Es un hecho histórico acaecido en Camposampiero, en el bosque del palacio de su amigo Don Tiso, testigo presencial del milagro. La imagen de San Antonio es inseparable de la de Jesús, va de la mano de Jesús. Jesús es el gran amor que no se cae nunca de sus labios ni de sus brazos. P e d a g o g ía en im á g en es San Antonio fue, ante todo y sobre todo, un predicador «popu­ lar». Lo ponemos de relieve los biógrafos porque es un hecho evi­ dente. Sin embargo, quedan en el aire matices que conviene escla­ recer con precisión. En tiempos de san Francisco, todos los frailes van por el mundo a predicar. Como es lógico, no es igual la predi­ cación de un fraile lego en cuestiones de dogmática y moral que la de un doctor como san Antonio. La predicación de los «simples» — lo que diríamos hoy de «carrera corta» o sin estudios— era una exhortación elemental a la huida del vicio y a la práctica de la virtud. La predicación «doctoral», la de los maestros y teólogos, era más académica y abarcaba todo el ámbito de la fe —teología dogmáti­ ca— y de la moral y costumbres, lo que llamaríamos hoy teología moral. Desde luego, san Antonio no predicaba como un lego. Y en esto tiene su parte de razón Paul Sabatier, cuando afirma que san Antonio se desvió de la predicación franciscana en la forma, no en el espíritu. Pero, al mismo tiempo, es un desvío deliberado de la predicación doctoral de academia, con sus métodos y con sus argu­ mentos.

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