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LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN TORNO A SAN ANTONIO.. 593 La imagen es, en rigor, una vuelta a las raíces, a la naturaleza pura, a la comunión con las cosas en su ser original. La imagen es el cosmos, el bosque animado, las figuras físicas que penetran por los sentidos. Los ventanales del alma no son sólo los ojos, son todos los sentidos corporales en un afán de abejas colmeneras para fabricar el panal del pensamiento, de donde nació al refrán filosófi­ co que reza: nada hay en el entendimiento que no fuera antes en el sentido. La imagen es una simbiosis del pueblo con la madre tierra, que es terruño de la raza, espacio histórico y tiempo vital, que sustenta y gobierna y produce frutos con coloridas flores y hierbas. El pue­ blo vive con especial intensidad el Cántico del hermano sol por la experiencia diaria de la bondad y la utilidad y la belleza de las cria­ turas. El pueblo es ecologista de cuerpo entero porque vive la expe­ riencia de la creación por una relación entrañable con cada uno de los seres creados. El mejor cántico a los campos y trigales no es la descripción literaria o poética, sino la copla del labrador o la trova de San Francisco avivando el hermano fuego, que «es bello, y ale­ gre, y robusto, y fuerte». La religiosidad popular ha dado siempre especial relieve a la cultura de la imagen como expresión simbólica de sus grandes amores: visita, reza y toca físicamente la figura del santo, lo saca en procesión por las calles, lo aclama y lo venera con pregones y can­ tares. Las manifestaciones en boga de todo tipo: político, social, laboral, con pancartas y banderas por las calles, son un plagio deca­ dente de la verdadera devoción popular. Los ecologistas y «progres» del verde son turistas que sacan fotos y pegan gritos. El pueblo lleva el paisaje en la retina de la sangre. El lenguaje es, en rigor, una clave esencial para la comprensión del pueblo. A los teóricos de pizarra — racionalistas, técnicos de laboratorio y «progres» sectarios— los rechaza hasta por instinto de su tierra de prosperidad y de gracia. Es como si oyeran hablar en chino. El pueblo se aburre y bosteza con las disquisiciones abstractas, con los silogismos científicos, con la argumentación matemática o filosó­ fica, porque lo suyo es la vida, la acción, la figura en movimiento, la escenificación, el drama. Y en este lenguaje dinámico y vital se da con frecuencia la expansión del sentimiento que roza y sobrepasa las normas del

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