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592 JOSÉ CALASANZ GÓMEZ EL LENGUAJE El lenguaje, en su sentido estricto, se define como el «conjunto de sonidos articulados con que el hombre expresa sus ideas y senti­ mientos». Se entiende también como la «manera de expresarse». En sentido figurado, es el «conjunto de señales que dan a entender una cosa, y aquél en que abundan las figuras retóricas». Cuando hablamos del «lenguaje vulgar» nos estamos refiriendo al que emplea el pueblo, para diferenciarlo del lenguaje técnico, o del literario, o del poético. V. Muñiz, especialista en filosofía del lenguaje, nos ofrece esta definición descriptiva: «Sistema de signos o símbolos, producidos de manera delibe­ rada por los órganos fónicos del hombre, mediante los cuales se expresan ideas, sentimientos y voliciones...»4. La religiosidad popular dilata los tiempos y espacios del univer­ so lingüístico. No actúan sólo los órganos fónicos. Se ponen en mar­ cha todos los sentidos corporales para interpretar la sinfonía cósmica y humana de la expresión. La dinámica del lenguaje afecta a la ente­ ra personalidad del devoto que lo manifiesta en formas plásticas y sugerentes. Se habla del lenguaje de la mirada, del lenguaje de las manos, del lenguaje de los gestos, del lenguaje del sentimiento. El lenguaje no es tanto lo que dice, razona o prueba como lo que sugiere, en opinión de Ortega y Gasset. Y para fenómeno suges­ tivo, el pueblo, arrobado, contemplando la imagen querida, con los ojos en lágrimas, con las manos temblorosas en plegaria, con los labios florecidos de cantares... Y éste és el lenguaje de la modernidad y casi seguro lo va a ser el de la postmodernidad. La «inculturación» tiene hoy el nombre y las mil caras de la cultura de la imagen. Una imagen vale por mil palabras y la imagen orienta hoy la cosmovisión, conforma la figura y mete por los ojos el sentido de la vida a las masas populares. Es el único camino para la comprensión del pueblo y para integrarse en su mundo de valores. 4 El lenguaje religioso, Madrid 1988, p. 123.