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540 ALEJANDRO VILLALMONTE que se refiere a la vertiente del Misterio de Cristo que da de cara al hombre. Si bien desde la vertiente divina, desde el pensamiento de Dios sobre Cristo el misterio es rigurosamente inagotable. En esta línea resulta de interés esta frase de A. Schweitzer: «Cada época sucesiva concentró sus propios pensamientos (deseos esperanzas, anhelos, sufrimientos) en Jesús, lo cual era en realidad la única manera de darle vida»4. Nada somos los cristianos sin Cris­ to, pero nada es Cristo sin sus cristianos, por lo que a su presencia en la historia se refiere. Por eso, cada época del cristianismo no puede ser comprendida en su última originalidad y peculiaridad si no se logra captar la forma en que dicha época ha vivido y procla­ mado el Misterio de Cristo. Y si dentro de cada época nos interesa estudiar la personalidad religiosa de un cristiano relevante y cualifi­ cado habrá que seguir un proceso mental análogo, proporcional. Pensamos en el cristiano medieval Antonio de Padua. 2. E l M isterio de C risto , VIVIDO Y PREDICADO EN LA EDAD MEDIA Para realizar mejor nuestra tarea de describir y valorar la forma en que Antonio de Padua ha tenido de vivir personalmente y pro­ clamar el Misterio de Cristo, parece indispensable enmarcarlo/con- textualizarlo dentro de las corrientes espirituales en que le tocó vivir: la segunda mitad del siglo x ii y primeros decenios del siglo xm . Obviamente, en trazos muy genéricos y seleccionados5. Recordemos que ya en el NT, según constatan los estudiosos, se describen y narran las varias denominaciones con las que los prime­ ros creyentes vivían y proclamaban su mensaje sobre Cristo. No sería exacto, a mi entender, hablar de diversas «cristologías», a tenor de la precisión antes propuesta. Pero sí de diversas perspectivas a la hora de querer elevar una cristología teológica unificada en el NT. Es comprensible que una época cristiana, religiosamente tan inquieta y creadora como los siglos x i - x iii , pueda presentar una plu- 4 Citado por Jaroslav P elikan , Jesús a través de los siglos. Su lugar en la histo­ ria de la cultura, Barcelona, Herder, 1989, p. 16. 5 Seguimos la exposición de J. P elikan en la obra citada.

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