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LA IMAGEN DE CRISTO EN SAN ANTONIO DE PADUA 571 En la tradición espiritual y teológica franciscana coexisten en simbiosis y, en realidad, se complementan dos vertientes desde las que se vive y se piensa el Misterio de Cristo: el Jesús pobre y cru cificado y el Jesús como Obra cumbre de Dios (Summum Opus Dei), glorificador supremo de la Trinidad. Como si dijésemos, apro ximadamente, un Cristo de la Cruz y un Cristo de la Gloria. El ori gen histórico inm ed iato de esta bifaz contemplación de Cristo hay que señalarlo en la experiencia religiosa; «crística», en el caso de Francisco de Asís quien, según sus admiradores más decididos, antiguos y modernos, asimiló tan profundamente a Cristo que no dudaron en llamarle Alter Christus. Pues bien, Antonio de Padua ha sido presentado, y lo es en la actualidad, como «perfecto imita dor de Francisco». Nominalmente en su experiencia y proclama ción de Cristo pobre y crucificado y en la excelencia que Él posee sobre todo lo creado. A este nivel de experiencia espiritual y reli giosa del Misterio, san Antonio de Padua se encuentra en buena coincidencia con san Buenaventura y con el beato J. D. Escoto. Pero Antonio no pudo seguirlos en la tarea que estos dos doctores asumieron de servir a Cristo mediante la penetración razonadora, especulativa en las honduras del Misterio. Siempre a impulso de la experiencia religiosa previa, ya que Buenaventura ejerce de teólo go «escrutador de los misterios de la fe, p o r am o r a Aquel en qu ien cree» 58. Y Duns Escoto pone en marcha sus razonamientos metafí- sico-teológicos «para no e r r a r en el am o r» 59. En ellos, no existe solución de continuidad entre la vivencia y la reflexión inteligente sobre el Misterio de Cristo. 58 El modo «escrutatorio, inquisitivo» (crítico, diríamos hoy), al afán de «inteli- gir» los misterios de fe, los justifica Buenaventura al iniciar sus tareas de teólogo especulativo, escolástico, comentando las Sentencias. La justificación está en que el «especulador», «propter amoren eius cui assentit desiderat habere rationes», I Sent. Proem., q. 2, ad 6; Opera Omnia, I, 11b. 59 *Non errare in amando!» lo dice Escoto para justificar sus arduas sutilezas sobre el misterio de la Trinidad. Ordin., prol. p. 5, qq. 1-2. Opera ed. Vaticana I, p. 205, n. 310. Por lo que a su Cristología se refiere, y al entronque espiritual de la misma, baste recordar esta «regla de oro» de su metodología teológica al especular sobre el Misterio de Cristo: «Hablando sobre la excelencia de Cristo, más quiero excederme que quedarme corto en la alabanza que se le debe si, por ignorancia, fuere inevitable caer en uno de los extremos», Oxor., III, d. 13, q. 4; Opera ed. Vives, XIV, 463b*.
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