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LA IMAGEN DE CRISTO EN SAN ANTONIO DE PADUA 569 nio es presentado por sus biógrafos como baiulus et minister: por­ taestandarte (-alférez) y ministro = servidor de la cruz, como se llamó a sí mismo san Buenaventura. En ser servus Crucis convienen ambos santos, pero el teólogo Buenaventura presta su personal esti­ lo de servir; el servicio científico-teológico que Antonio no tuvo oportunidad de prestar. Los estudiosos del Doctor Evangélico tienen visible interés por poner sus predicaciones sobre Cristo en relación con la alta, especulativa doctrina cristológica del beato J. Duns Escoto. Nomi­ nalmente, no exclusivamente, en la que es considerada la más «esco- tista» de todas sus propuestas: la tesis de la primacía absoluta del Cristo en el proyecto divino que dispone la actual historia y econo­ mía de gracia. Inseparable de esta tesis es la tendencia —manifesta­ da en múltiples maneras— a subrayar la Humanidad del Verbo encarnado: su insistencia en subrayar la plena e íntegra autonomía y libertad humana de Jesús, en libérrimo y humanísimo diálogo de amor con la Trinidad y de entrega en pleno ejercicio de su activi­ dad humana al servicio del Reino de Dios con su muerte en la Cruz, sobre todo. Antonio de Padua, en su nivel de pregonero del Misterio de Cristo, delata una preferencia especial por la Humanidad del Señor, y ello en la manera más fuerte y dramática: en su calidad de Mesías de Dios, pobre y crucificado. Pero la «metafísica» de la encarnación, tan ostensible en Duns Escoto, está ausente en el predicador Anto­ nio. Coincide con Escoto en la vivencia y experiencia de la Santa Humanidad, en su centralidad para la vida de cada cristiano y de la Comunidad de los creyentes, pero no se acerca a las especulaciones San Pablo es el gran iniciador de la «Teología de la Cruz» = Theologia Crucis. Máximo representante de esta teología en la Edad Media es san Buenaventura, al menos en lo que a la vertiente espiritual se refiere. Lutero dio un giro original y profundo a la consideración de la Cruz como la Palabra por excelencia de Dios al hombre. En la actualidad es conocida la obra de J. M oltm ann , El Dios crucificado, reavivando el interés por el problema. Entre los católicos sobresale H. urs von B al ­ thasar . Las largas reflexiones de este teólogo, al respecto las resume M. J o h ri , Des­ census Dei. Teología della Croce nell’opera di Hans Urs von Balthasar, Roma 1981. Por cierto que este título suena como muy conocido al lector de san Buenaventura en su hablar sobre la «Humildad de Dios».

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