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560 ALEJANDRO V1LLALMONTE Éste es el criterio que me ha movido para hacer las subsiguien­ tes breves reflexiones sobre la enseñanza de Antonio en torno al Misterio de .Cristo, en referencia a otros franciscanos: a un profundo «sentidor» del Misterio de Cristo crucificado, como Francisco de Asís, y a los altos «pensadores», como san Buenaventura y el beato J. Duns Escoto. En otras palabras: no es que se quiera presentar a Antonio de Padua —aunque ostente el título de Doctor Evangélico— como un notable «pensador» sobre el Misterio de Cristo, en cualquiera de sus aspectos. Pero sí parece seguro, después de lo expuesto, el afir­ mar que el Santo de Padua fue un gran «sentidor» de este Misterio, al que hizo centro de su vida espiritual, de su saber, de su predi­ cación. Más adelante será preciso realizar algunas matizaciones sobre este procedimiento y sobre los resultados a los que este camino/ método pudiera razonablemente llevarnos. En ese momento debe­ mos hacer referencia al criterio metodológico que ahora propo­ nemos: el intento de contextualizar la enseñanza antoniana dentro de la visión franciscana sobre el Misterio de Cristo. La excelencia y primacía de Cristo en los Sermones de San Antonio El tema de excelencia y «primado de Cristo» pienso que ha de estudiarse en doble nivel. El primero lo marca el lenguaje del NT en textos clásicos al respecto: Col 1, 15-20; Col 2, 9; Ef 1, 3915; Hb 1, 2-3, y otros. La Tradición ha mantenido esta creencia en la liturgia, en la vivencia espiritual, en la reflexión teológica. Toda la Comuni­ dad y cada creyente tiene una idea grandiosa de Cristo. La expresa­ ba en fórmula muy densa el beato J. Duns Escoto, proponiendo, como un principio obvio para todo creyente: «Cristo es el Summum Opus Dei, el Summum Bonum in entibus, la obra suprema de Dios creador, el bien supremo entre las meras creaturas. Cristo-Hombre es el Id maius quo cogitari nequit en el universo de lo creado». La razón ilustrada y acuciada por la fe —cuando ésta es de ver­ dad viva y operativa— busca profundizar en la raíz y en las conse­ cuencias de esta experiencia universal cristiana Llegamos entonces al nivel de teología razonada y sistemática sobre aquella confesión