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558 ALEJANDRO VILLALMONTE Cristo aquello del Cantar de los Cantares: «Ponme como señal sobre tu corazón, sobre tus brazos. Se refiere, interpreta el tenaz simboli- zador Antonio de Padua, a que la señal de la Pasión debe estar impresa en el interior del corazón, en la voluntad y en el brazo de las obras 41. Al terminar esta recogida de testimonios sobre la imagen que de Cristo se había formado y de la que comunicaba a los lectores y oyen tes de sus Sermones, apenas será necesario indicar que, de inmedia to, el interés de tal representación de Cristo pobre y crucificado tiene un valor seguro a nivel de la pastoral, de la exhortación paranética, de motivación para la conversión del oyente. En palabra más actual diríamos que esta centralidad de la Cruz y del Crucificado tiene un notable valor kerigmático. Mediante él este predicador del siglo xiii es profundamente «evangélico», ya que enlaza con el kerigma primitivo tal como era pregonado por un apóstol como san Pablo. Como indicábamos al principio, queda siempre en el aire la pregunta por la importancia que esta proclamación kerigmática sobre Cristo crucificado pueda tener para la cristología de altura y calificación «científico-teológica». En los tiempos de Antonio de Padua, y con mayor intensidad en los inmediatamente siguientes, se cultivaba una ciencia sagrada, una teología altamente especulativa, elaborada con conceptos toma dos de la metafísica helénica (o árabe): de platónicos, neoplatónicos y, sobre todo, aristotélicos. Había un interés explícito en conceder a la ciencia sagrada la «dignidad» y estatuto cognoscitivo y metodoló gico de la «epísteme» aristotélica. Siquiera fuese dentro del inefable y plurivalente concepto de «analogía». Dentro de esta impostación del problema, un predicador más bien «popular» cono Antonio o un místico, como Francisco, no podían ser tenidos en cuenta a la hora de realizar las altas especulaciones metafísico-teológicas sobre el Verbo encarnado, tal como aparecen en santo Tomás, san Buenaventura, el beato J. Duns Escoto. Sin embar go, desde hace siglos hasta el día de hoy, ha sufrido fuerte cambio el ella misma pobre y crucificada con Cristo, Dom. octava Navidad, 7; II, 531. En la Nativ. de Juan Bta., 3; III, 264. 41 Dom. 2 de Pascua, 13; I, 272.
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