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552 ALEJANDRO VILLALMONTE les de la humildad y de la pobreza. Al morir llevó al máximo su des­ nudez: no tuvo con qué ser envuelto, ni sepultura donde ser ente­ rrado. Fue enterrado por caridad y a título de beneficencia, como los pobres 25. -La hum ild ad hum illó la c a b e z a d e d iv in id ad en el seno d e una p ob recita Virgen»26. Se hizo por nosotros gusano, hijo de gusano. Siguiendo un texto de Ambrosio, ve simbolizado a Cris­ to en el escabarajo que clama desde la cruz27. Es conocido y aceptado el hecho de dividir el estudio del mis­ terio de la encarnación en doble perspectiva, doble vertiente: el estudio de lo que llamaríamos la ontología de la Encarnación lo que Cristo es: el misterio del ser humano y el ser divino unidos en una unión hipostática, y luego el misterio de aquello que el Hombre- Dios h a c e por el hombre: la actividad redentora, la soteriología. Parece normal que el predicador evangélico en sus Sermones escri­ tos y hablados diese preferencia al aspecto dinámico, operativo del misterio, a la soteriología sobre la «cristología», sobre lo que Cristo es: Hombre-Dios. Si bien esta vertiente óntica del misterio global se percibe al fondo en numerosos textos de los Sermones, y no podía ser olvidada, me remito a estudios realizados al respecto, e insisto aquí en la prevalencia que el predicador Antonio concede al aspec­ to dinámico, operativo, a la acción soteriológica de Cristo. nes, vols. 1.2.3- Indicando numeración de cada Sermón, el volumen y la página, como hacemos aquí. 25 Los pañales en que lo envuelven son señal de pobreza/humildad; pero la mera presencia en forma de niño nos revela que «la sabiduría se hace balbuciente, el poder débil, la majestad se rebaja, el inmenso se hace niño, el rico pobrecito, el que es prínci­ pe de los ángeles yace en el pesebre, el que es su alimento yace en el sitio donde echan el alimento a las bestias», In Nativ. Domini, 10, III, 8. El recuerdo del Niño en el pese­ bre le incita a decir muy duras palabras contra los prelados «afeminados que se visten como las novias que van a la boda», In Annuntiatione B. Maricie Virginis, 14; II, 124. 26 «Oh humildad que abajaste la cabeza de divinidad en el seno de una pobre- cita Virgen», Dom. XXI p. Pentecostés, 13; II, 368. 27 Alude al dicho del salmo: «Yo soy un gusano, no un hombre» (Sal. 21, 7). Y a Job, 25, 6: «Cristo se tiene por gusano, es decir, humilde, como gusano e hijo de gusano», In Invent. Crucis, 6; III, 312. Cita Antonio un raro símil de san Ambrosio (In Lucam , X, 113; PL 14, 1925), que llama a Cristo «escarabajo que grita desde la Cruz y dice: ¡Padre, perdónales!», In C atdra S. Petri, 14; III, 136. Aunque gusano pegado a la Cruz, Jesús tiene abiertos los grandes ojos de la divinidad para clamar perdón para los verdugos.

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