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546 ALEJANDRO VILLALMONTE palabras de la «Assidua» para calificar un momento decisivo en la vida de Antonio ofrecen, al propio tiempo, una clave apta para interpretar la forma en que el joven Hermano Menor empezaba a vivir el Misterio de Cristo. Al menos así proponían su fo rm a vitae los biógrafos primeros. Ya el hecho temprano de pedir el traslado desde Lisboa al monasterio de Santa Cruz de Coimbra es narrado como una mani­ festación en parte providencial, es decir, dada por Dios, y en parte fruto de decisión personal propia de un amante de la Cruz: «Se tras­ ladó al monasterio de la misma orden para poner de manifiesto su amor a la perfección y a la p a z interior, y su amor ardiente a la Cruz. Pues quien amaba al Crucificado y al signo de la Cruz, se apresuraba a investigar los misterios de la Cruz en un lugar de la Cruz, disponiéndolo así la suprema sab idu r ía 11. Deseaba, por tanto (tras conocer la muerte de los protomártires franciscanos), recibir el hábito cruciforme de los Hermanos Menores para, vestido con él, poder imitar al Señor crucificado, a ejemplo de los aquellos mártires» 12. Ocurre aquí un tema tradicional en la hagiografía anti­ gua: considerar la vida religiosa como un sustitutivo del martirio y al mártir como el perfecto fraile menor, como opinaba el mismo san Francisco 13. 11 Se trasladó al monasterio de Santa Cruz «ut crucis precipuum amatorem. Qui enim Crucifixi et crucis insigni diligebat, in Crucis loco, crucis indagare misteria, disponente summa Sapientia, properabat», Leyenda «Rigaldina», 1, 5-6; p. 518. 12 «Optabat proinde fratrum Minorum habitum suscipere cruciformen ut, defunctorum exemplo, in ipso imitari posset crucifixi Domini passionem» «Raimun- dina, 4, 2. La *Benignitas» habla de la sed de martirio que el cuerde de los mártires suscitó en Antonio, 4, 1; p. 478. Y la «Rigaldina* corrobora: «Se viste de un hábito dispuesto en forma de cruz, quien deseaba con inmenso deseo estar crucificado», 4, 15.16, p. 524. Sobre el simbolismo del hábito franciscano «cruciforme» como revesti­ miento de la cruz de Cristo, cf. ICel 2: san Buenaventura, Leg. Maior, Mil. 1, 1. 13 La vida monástica/religiosa como sustitutivo del martirio era una convicción ya antigua en la Iglesia. Las primeras generaciones de Hermanos Menores hicieron peculiar aplicación de esta idea a su propia fo rm a vitae. Ante todo en la vida del Seráfico Padre que, estigmatizado, «lleva en sí la imagen viviente de la Cruz de Chris- to» (Francisce, qui vivam crucis Christi refers imaginem), 3Cel, 152. Puede verse Láza­ ro I riarte , El martirio, meta del seguimiento de Cristo según san Buenaventura, en S. Bonaventura. Maestro di vita francescana, t. III, 335-349.

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