PS_NyG_1995v042n003p0525_0536

EL HNO. ANTONIO Y LA ENSEÑANZA DE LA TEOLOGÍA.. 529 Teología. Pero esta filosofía de Aristóteles llevaba en sí graves erro­ res. La Iglesia se vio obligada entonces a levantar su voz contra el uso inaceptable de la filosofía pagana en la Teología. Por su incidencia en la vida del Hno. Antonio, anotamos cua­ tro de las principales prohibiciones de Aristóteles: en 1210, la del Concilio provincial de Sens, reunido en París; en 1215, el legado de Inocencio III, Roberto Courgon, pone veto a la Universidad de París de enseñar la física y la metafísica de Aristóteles; en 1228, Gregorio IX se pone en guardia contra la Filosofía, que tan sólo puede utilizarse como auxiliar y sirvienta de la Ciencia sagrada; el 13 de abril de 1231, dos meses antes de la muerte de san Antonio, este mismo Papa reitera la prohibición contra Aristóteles «hasta ser examinado y purgado»7. Es muy de notar que las censuras papales contra Aristóteles inciden verticalmente en la vida de nuestro doc­ tor: las de 1210 y 1215 datan de sus años de formación; las de 1228 y 1231 le cogen con la pluma en la mano redactando su opus evan - geliorum . Ineludible se hace aquí la pregunta: ¿tuvieron influjo en Antonio estas prohibiciones eclesiales? ¿Qué actitud tomó éste ante Aristóteles? La respuesta a estas preguntas parece hallarse en el análisis detenido del amplio registro de citas que nos proporcionan tanto la edición latina como la edición portuguesa de las obras de Antonio. Pues bien, este análisis de las citas que Antonio hace de las obras de Aristóteles pone en evidencia que casi todas están tomadas de los libros que Antonio incluye en su reiterada fórmula: D icitur in Naturalibus. Son los relatos aristotélicos sobre la vida y costumbres de los animales que se hallan en sus múltiples libros d e n atu rali­ bus. Tan sólo de la Ética da algunas citas, muy en congruencia con la índole moral de toda la obra antoniana. Pero ni la Lógica ni la M etafísica son mentadas. Esto obliga a suponer que si el doctor conoció estos saberes —esto parece ineludible— , ni los valoró ni los quiso utilizar. No iba con él la gran filosofía de Aristóteles. ¿Debi­ do a las prescripciones de la Iglesia? Queda la respuesta abierta al futuro. 7 Para un informe inicialmente serio de estas prohibiciones, cf. G. Fraile, H is­ toria d e la F ilosofía, Madrid I960, II, pp. 705-708.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz