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130 FERNANDO E. GÓMEZ MARTÍN purísimo y extensión vasta, con ámbito transparente. Parece la tierra un soporte del cielo; y aspirar, también, como fray Luis, dulcemente, la paz y el sueño de la vida: En aquel deleitoso rincón de la Flecha, junto al claro Tor- mes que marcha tan lento que parece gozar durmiéndose, aprendió fray Luis la alegre desnudez de la pobreza y el gozo de la resignación y allí fue donde mejor le aleccionó el cielo espléndido en la armonía de los mundos con la dulce sinfonía de las puras líneas de aquel paisaje de sencillez paradisíaca a que reviste de castísimos colores. Tendido el poeta en las márge­ nes del río, frente a la cortina de álamos de la orilla opuesta y viéndola cual afriso burilado en el cielo que en las puras aguas parece continuarse, acabaría por sentir a la tierra así en lo más hondo de aquella enseñanza de que la *vida es sueño». ¡Qué dulce soñar el de aquella vida! ¡Qué dulce vida la de aquel soñar! Allí, contemplando el vasto cielo, fue donde debió de haber soñado fray Luis con más ahínco en el reino de la paz eterna, su constante anhelo; allí, contemplando lejos la ciudad donde el siglo le movió guerra y le trató con prisiones y sinsabores, fue donde meditó en la miseria de la ley de la guerra y donde trazó aquel luminoso cuadro del gobierno pastoril y donde elevó aquel soberano himno a la paz, himno que hinche las más preñadas páginas de «Los nombres de Cristo». En la evocación que en sus Paisajes realiza Unamuno de La Flecha caminamos del sentimiento de la naturaleza al propio paraje privilegiado que besa el Tormes y de éste a la paz que inspira el campo. En la lucha secular de las ciudades y las campiñas, entre las agitaciones y los sosiegos, Unamuno exalta La Flecha de fray Luis como símbolo aleccionador permanente para el hombre, acaso en su doble dimensión histórica y metafísica. ¡Cuándo será el día en que el alma del campo libre se tien­ da por las ciudades reduciéndolas a islotes en el verde mar del campesino sosiego y el cielo que por igual los cubre, los una en la santa paz! ¡Cuándo será el día en que, rotas las cadenas que

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