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128 FERNANDO E. GÓMEZ MARTÍN escond ido huerto d e La F lecha —, ha dejado marcada huella en los poetas posteriormente ligados a Salamanca. Ese ver el cam p o con ojos d e a lm a , que bebe su sosiego, ha ganado cariñosamente el magisterio del agustino de Belmonte sobre los discípulos que han transitado después junto a la vera del Tormes. Parafraseando de nuevo al rector, el a lm a d el vasto p á r am o c a stellan o ha embebido también a los poetas que han seguido la senda de Luis de León, brotando así una y otra vez los ecos líricos del cantor de la vida retirada. En la hermosa estancia donde vivo, de todo humano trato retirado, planté no ha mucho tiempo un tierno olivo. Doscientos años después de que la tranquila ribera del Tor­ mes inspirara al famoso fraile agustino, un compañero de congre­ gación, fray Diego Tadeo González, remeda los versos de su maes­ tro poético. Mas, no contento con su personal ejercicio literario, fomenta la creación poética de otros compañeros de las musas que por los mis­ mos años se entregan al mismo arte en Salamanca mostrando como modelo la lira de fray Luis. Así, la Escuela de Salamanca de Meléndez Valdés e Iglesias de la Casa echa de nuevo a andar al cabo del tiempo por los mismos senderos de Luis de León. Las recreaciones poéticas surgidas de la celda del mirobrigense fray Diego y las evocaciones de Meléndez del valle del Zurguén, a la vera del Tormes, continúan el trazado literario del vate renacentista lanzando al viento notas musicales indudablemente emparentadas con las dedicadas tan acertadamente al maestro Salinas. Poetas de muy distinto signo muestran en su obra la huella innegable de fray Luis. Si saltamos de la segunda mitad del xvm a los años finales del siglo pasado —y, al mismo tiempo, del arte pul­ cramente clásico al verso deliberadamente popular— , podemos constatar cómo el poeta charro por excelencia, Gabriel y Galán, está también envuelto por la misma musa luisiana:

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