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LA DEVOCIÓN CONFRATERNAL DE LA VERACRUZ 93 logradas 10, se llegó en el monasterio suizo de Engelberg al máximo aprovechamiento de la liturgia propia, en pos de la intensidad tea­ tral y la belleza literaria sin más, en sí, pero de la sensibilidad sobre todo, pues donde alcanzó su máxima intensidad fue al adaptar el diálogo plañidero de las tres Marías 11 al rito de los improperios en la adoración citada, sánete Deus, sánete fortis, sánete et inmor- talis12. Sin que dejaran tampoco de darse las aportaciones a esa misma religiosidad popular de los teólogos por esa la misma vía, ya lejana, que hemos visto en Cándido. Así, un abad benedictino, el de San Maximino de Tréveris, de 1107 a 1125, al escribir un par de tratados, De laude et inventione sanetae crucis y De mysterio ligni dom iniei 13. Y no dejemos de advertir expresamente que esa inser­ ción entre los salmos de oraciones privadas, de que hemos visto algunos ejemplos, nos denota definitivamente la continuidad de la oración pública y la privada entonces. En San Anscario llegó a hacer­ se una costumbre, y por esa misión llamaba a esta última el pigmen- tum del oficio divino 14. Y aunque ello implique renunciar a una exposición linealmen­ te cronológica, por lo que de significativo para cualquier época y sintomático para la nuestra tiene esa la constante ambivalencia entre 10 Con hitos como una Visitatio sepulchri, en un breviario de Silos del xi; su incensación en las Consuetudines Sigeberti, y el desarrollo de la reciente Victimae paschali en Sankt-Lambrecht, pasando por el de toda la pasión en quinientos ver­ sos, desde el Quem quaeritis de un códice de Montecasino en el xii; M. I ng ua n ez , Un dramma della passione del secolo xii (Miscellanea Cassinese, 18, 1939), y él mismo en Studi Medievali, 14 (1941) 142-9. 11 Este lamento de las mujeres había protagonizado un drama de la pasión en Fleury. 12 Claro está que del teatro medieval del ciclo pascual hay toda una vertiente que lo que destaca es la resurrección, y así se nos aleja de nuestro tema. Pero no convendría eludir esta dicotomía. ¿No se ha dicho, en nuestros días, de la espiritua­ lidad de Teilhard de Chardin, estar tan polarizada hacia el Cristo triunfante que a la fuerza ello le alejaba del Cristo víctima de la Epístola a los hebreos? Un entronque más espontáneo con la devoción a la pasión es la mariana, de indisoluble connubio con ella. 13 PL, lóO, 935-1036; a propósito comparativo de lo anterior, cf. B . D. B e r g e r , Le drame liturgique de pâques du Xe au xiif siècles. Liturgie et théâtre, en Théologie historique, 37 (Paris 1976). 14 Vita, 59; PL, 118, 1002.

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