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104 ANTONIO LINAGE CONDE a las caídas de Cristo bajo la Cruz y, a la vez, en Alemania también, a los pasos dados por Él en la Vía Dolorosa, y en los Países Bajos meridionales, a las estaciones o altos que hizo en dicho camino. Algo, por otra parte, coetáneo a la idea genérica de las dichas pere­ grinaciones espirituales. Y así las cosas, en el seiscientos español aparecen ya fijadas esas catorce estaciones, luego comunes a lo ancho de la cristiandad, tal en el librito que el cisterciense Basilio López imprimía en Madrid en 1622, Calle de amargura, cómo habernos de seguir a Cristo y meditaciones de su pasión48, siendo ya exportadas a Cerdeña, desde I6 l6 , cuando ya allí tenían las suyas los capuchinos de Monte Val- verde, siendo uno de ellos el sardo Salvatore Vitale, quien le llevó a Florencia, donde el día 4 de septiembre de 1628 se inauguró el que llevaba a la iglesia de San Miniato, publicando él al año siguiente la Trilogia della via crucis. Convirtiéndose hasta adentrarse en la siguiente centuria, que no fue sólo la de la Ilustración, en sus tena­ ces propagadores dos santos, Leonardo de Porto Maurizio, con los cuatro métodos recogidos en su Via sacra spianata et illuminata, y Alfonso-María de Ligorio. Y en la Francia ya post-revolucionaria, contribuyó mucho a su aclimatación el exilio del papa Pío VII49. Y antes de continuar, notemos cómo el Viacrucis tiene una índole netamente procesional: su mismo nombre lo denota. Nota que, unida a la dramatización que ya nos ha salido al paso por estos caminos de la devoción de la cruz, nos va a entroncar pintiparada­ mente con el mundo de las hermandades. Mas, en esta alternancia entre la exteriorización y el sentimien­ to que se exterioriza, ahora hemos de hacer otro alto en éste. Es la 48 Véanse S. Eijan, España en Tierra Santa. Páginas de la vida franciscana en Oriente. Siglo xvii (Barcelona 1910), con la noticia de uno en Madrid, de los pri­ meros, cerca de su convento de San Francisco; C. Gil Atrio, Cuestionario histórico. España, ¿cuna del viacrucis ?, en Archivo Iberoamericano (1951) 63-9; más datos y elaborados, en J. Sánchez Herrero, R. Sánchez Mantero y otros, Las cofradías de Sevilla en la modernidad (2.a ed., Sevilla 1991) 38-41 (cf. A. Huerga, Escalaceli, sobre el del convento dominico de San Alvaro, de Córdoba, en el siglo xv). 49 A propósito de la ambivalencia de que antes decíamos, Henri Purrat, en La bienhereuse Passion (Bouére 1991), hace seguir a las meditaciones de las catorce estaciones una más sobre la resurrección.

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