PS_NyG_1995v042n002p0089_0113

102 ANTONIO LINAGE CONDE PER CRUCEM AD LUCEM Precisamente la «memoria» de la cruz, después de laudes y vís­ peras, introducida en el oficio latino desde el siglo xi, era en el tiem­ po pascual cuando tenía lugar, siguiendo a la antífona Crucifixus surrexit a mortuis el versículo triunfal de la cruz misma, Dicite, y una oración en armonía con él, Deus qu i p r o nobis. Y acaso parezca una ligereza que saltemos de la larga duración medieval al gran siglo de las almas en el país vecino, pero a la fuer­ za se nos imponen saltos tales en nuestro plan expositivo. Y es que el abate Bremond44, con ese maridaje que desgraciadamente tiene tan pocos paralelos, entre la agilidad literaria y la hondura argumen­ tai, nos permite ejemplificar dicha paradoja en un dominico de entonces, Chardon, en su libro, publicado en 1647 , La Croix d e Jésus où les plus belles vérités d e la theologie mystique et d e la g râ ce san c­ tifiante sont établies , para el padre Reginald Garrigou-Lagrange, en el Angélico de la primera mitad de nuestro siglo, «de una penetra­ ción a veces comparable a la de San Juan de la Cruz»45. Se trata de «un tratado de la presencia de Dios en las almas», una presencia que, cuando es de elección, llega a propiamente mística y se desdobla en la de Cristo, p ra e s en tia capitis, y en la de las tres personas di­ vinas, convirtiéndose por ese camino las almas santas en una sola persona mística con Jesús. «La gracia de Cristo es un maravilloso sis­ tema de fuerzas contrarias con dos pesos que tiran de ella, y pudién­ dose afirmar que en sentido inverso, el peso de la gloria y el peso del sufrimiento. Y he aquí que por un segundo milagro, según Char­ don, es el esfuerzo de la inclinación a la cruz el que siempre resulta triunfador sobre el peso de la gloria» 46. Llegando a escribir que 44 Histoire littéraire du sentiment religieux en France depuis les guerres de religion jusqu’à nos jours, VII (Paris 1929) 3-72. 45 La Vie Spirituelle (1923, noviembre) 23. 46 En el artículo citado en la nota 16, dom Leclerq opina que «la devoción medieval a su humanidad de Cristo no tiene por objeto los estados de su alma, ni mucho menos los físicos, sino los misterios de salvación realizados por las acciones y las palabras del Señor: la consumación de las figuras del Antiguo Testamento, la redención del género humano, la entrada del Hijo de Dios en la gloria del Padre, de manera que en las meditaciones de Drogon y de Arnaldo, como en los sermones de Pedro el Venerable y en las elevaciones de San Bernardo sobre los santos luga-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz