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52 ENRIQUE RIVERA pio no puede contribuir ni siquiera a declararnos el misterio natural de la creación. En dicho principio, razona el gran filósofo, se halla incrustada una dosis pagana de neoplatonismo que impide ver la creación como un don de la benevolencia divina, al margen de toda afirmación o resabio emanatista 14. Por lo que toca al núcleo central de la teoría de las ideas, Esco­ to nos ha legado un pasaje en el que ha transparentado su pensa­ miento. En dicho pasaje parece que Escoto quiere darnos la defini­ ción de verdad ontològica. Afirma que del mismo modo que no hay arca sin que antes haya estado en la mente del arquero, tampoco puede darse la piedra — lapis — sin que antes haya estado en la mente de Dios. Simple y profunda exposición de la verdad ontolo­ gica. A continuación formula este razonamiento que por su impor­ tancia cimera, damos en su texto original: «Istud etiam videtur concordare cum dicto Platonis a quo accepit Augustinus nomen ideae. Ipse enim posuit ideas esse quidditates rerum per se quidem existentes, et male, secundum Aristotelem, - secundum Augustinum in mente divina, et bene; unde aliquando loquitur de mundo intellibili, secundum eum»15. De este denso texto destacamos dos puntos para nuestro pro­ pósito actual. En el primero Escoto reconoce que San Agustín asu­ mió de Platón el vocablo «idea», lo cual supone preocupación histó­ rica por la originación y marcha de la teoría de las ideas. Añade, en el segundo punto, que Aristóteles no pensó bien al juzgar que las ideas son las quididades de las cosas existentes, mientras que Agus­ tín estuvo en lo cierto al verlas en la mente divina. De los dos puntos mentados, el primero no ofrece dificultades al historiador. Escoto está conforme con San Agustín en repetir la terminología platónica sobre las ideas. Pero el segundo punto encie­ rra una problemática de enorme importancia histórica. Por lo que toca al segundo miembro del mismo, Escoto acepta con San Agustín 14 M. B lo n d el , Exigences philosophiques du Christianisme, PUF, Paris 1950. En p. 84 contrapone la caridad cristiana al Bonum diffusivum sui, contrastando la relación personal de la caridad frente al neutro impersonal del Bonum diffusivum. 15 Ordinatio, I, d. 15, q. única, n. 41; VI, p. 262 (Edit. Vatic.).

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