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En el segundo momento se precisa el orden y jerarquía en el mundo de las ideas. Es entonces cuando Platón hace oír una de sus lecciones imborrables. La hemos recordado al iniciar esta reflexión. Entre las ideas hay una que reina sobre las otras, porque todas par ticipan de ella. Es la id ea d e Bien. ¿Se identifica esta idea de Bien con Dios? He aquí cómo responde a esta pregunta el acreditado his toriador E. Gilson: «Indudablemente nada se asemeja más a la defi nición cristiana de Dios que esta definición del Bien. Pero cuando ya se ha dicho todo lo que se ha querido, ahí queda el hecho de que Platón nunca ha llamado dios a su Bien»9. Esta perspectiva histórica precisa, a nuestro parecer, de un necesario complemento. Es menester poner más en claro la relación que establece Platón entre la p articip a ción y la eficiencia. El pensamiento cristiano, que completó la platónica teoría de las ideas, vio en la participación y en la eficiencia dos conceptos distintos, pero necesariamente corre lativos. Las cosas participan de Dios porque Él las crea. A su vez, al crearlas, las hace participantes de algo que es suyo. Y esto vale tanto en el plano natural como en el sobrenatural. En éste, el concepto de gracia hunde sus raíces en la participación de la Trinidad. Por ella el alma la obtiene. En el natural, Dios, por la creación, dona el bien de la existencia, que es una participación de su Ser. Esta conexión del pensamiento cristiano entre participación y eficiencia no se mantiene en otras filosofías, derivadas del platonis mo. Si ya en Platón la eficiencia de la idea de Bien es muy oscura, en el neoplatonismo desaparece toda eficiencia para dar paso, de modo exclusivo, al dinamismo fluyente del Uno. A este dinamismo metafísico se le llama en las historias de la filosofía em an atism o. Tal emanatismo fue asimilado intensamente por la filosofía árabe, más neoplatónica que aristotélica, según el ponderado arabista espa ñol M. Cruz Hernández. En Avicena halló su mejor representante. G. Fraile resume lo investigado por los arabistas cuando escribe sobre Avicena: «La em an a ción d e los seres. De Dios, ser necesario, dimanan o fluyen todos los demás seres, a b a etern o y necesaria mente. Conforme al principio neoplatónico, “de lo Uno no procede OPCIÓN DE JUAN DUNS ESCOTO ANTE DOS GRANDES... 49 9 E. G ilson , D ios y la filosofia, trad, de la obra en inglés God a n d Philosophy, Buenos Aires 1945, p. 48.
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