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OPCIÓN DE JUAN DUNS ESCOTO ANTE DOS GRANDES.. 85 mas. Es indudable que el nominalismo medieval tuvo gran influjo en esta concepción cartesiana. Zubiri añade que también Escoto estuvo presente en la misma. Sin embargo, en mi estudio aquí publicado he creído mostrar con los textos originales que Escoto piensa que los meros posibles penden exclusivamente de la Inteligencia divina que los contempla en la misma esencia de Dios. La voluntad inicia su intervención para que, entre los innu­ merables posibles, algunos de ellos vengan a ser posibles futuros. Y si son futuros contingentes, la voluntad divina —no la eternidad de Dios, como opina Santo Tomás— hace que la Inteligencia los pueda contemplar con inmutabilidad e infalibilidad. Hago muy intencionadamente esta observa­ ción porque, cuando este enjundioso estudio de Zubiri va a fecundar muchas mentes, apena que Escoto no haya sido en esta ocasión plenamen­ te comprendido. La exposición de Leibniz parece de lo más logrado de la obra. Se lee sin el menor tropiezo y suscita acquiescencia. El que Leibniz vea a Descar­ tes en la antecámara de la verdad, dice mucho de su marcha ulterior sobre el filósofo francés. Zubiri justamente resume este progreso en el concepto de posible, preámbulo necesario para ir más allá de la verdad dada en la idea clara y distinta. Ulteriormente Leibniz piensa que, entre los posibles, sólo los composibles pueden tener existencia. Mas en este momento, Leib­ niz hace intervenir la lex melioris, que parece llevar ineludiblemente a un racionalismo metafísico en el que no es fácil justificar los caminos de la libertad, tanto en Dios como en la creatura racional. Su razonar sobre los posibles, Leibniz lo aplica al argumento anselmiano. Y justamente hace notar Zubiri que Escoto se hallaba muy presente en Leibniz. Este influjo fue ya visto por el joven J. Marías al traducir en su juventud la obra de Leibniz: Discurso de Metafísica. La exposición de Kant no es para iniciarse en el conocimiento del filó­ sofo de Königsberg. Más bien lo supone hondamente conocido al detener­ se a exponer un momento primario de esta filosofía transcendental: el momen­ to de la objetualidad. Se logra ésta por la actuación de las categorías que no se originan de las cosas, sino que son elementos a priori de la mente que, por medio de ellas, las hace inteligibles. Suena esto a algo sabido. Pero Zubiri lo presenta con unos matices que aportan nueva claridad a la comprensión de la siempre difícil filosofía kantiana. Desde un pensamiento cristiano, entusiasman estas dos líneas de Zubi­ ri al comentar el acceso de Dios en Kant: «Como nos dice Kant, poca gente ha creído en Dios y admite su existencia por argumentos especulativos; son millares y millones los que la han admitido por razonamientos mora­ les» (p. 244). Ante estas líneas apena el intento histórico de haber querido reducir las vías de acceso a Dios a las meramente sensibles. De ellas ya

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