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84 ENRIQUE RIVERA mos que la segunda concepción ve a Santo Tomás siguiendo el autorizado comentario de F. Suárez. La primera se atiene a la interpretación tomista más seguida. Lo grave del caso es que la concepción de Suárez está en línea con la metafísica de la essentia. La segunda, por el contrario, opta declaradamente por la metafísica del esse. Dentro de esta metafísica es ine ludible tener que contar con la distinción real de esencia y existencia. Pro pugnada acérrimamente por los tomistas esta distinción, pone en mucho relieve que da máximo valor al esse frente a la essentia. Consecuente con esta actitud, declara que el esse se afirma o se niega. Pero no admite juicio atributivo ninguno por la sencilla razón de que no es un concepto, sino la existencia del ser —su máximo valor—, afirmada o negada en el juicio aser torio. La machacona insistencia del autorizado historiador E. Gilson sobre este tema obliga a tener presente la distinción entre juicio atributivo, funda do en conceptos, y el juicio asertorio que afirma o niega la existencia como tal. No parece que Zubiri haya valorado suficientemente esta distinción. De aquí su tendencia a conexionar la posición de Suárez con la tomista, que cree más fiel a Santo Tomás. Zubiri cita a Cayetano. Y hace bien por representar al tomismo que más se acerca a su postura. Pero aquí, en Sala manca, ya le replicó D. Báñez para hacerle sentir el valor primordialmente existencial del esse. Hoy la primacía del esse se ha impuesto en la escuela tomista. Esto motiva que la logificación del pensamiento de Santo Tomás, tal como aquí la expone Zubiri, tenga que suscitar ineludibles oposiciones. No comenta Zubiri la metafísica de otro gran doctor de la escolástica, J. Duns Escoto. Ciertamente se halla más cerca de la logificación de la meta física que Santo Tomás. En qué sentido la logificación escotista, comparada con la impresión de realidad, propuesta por Zubiri, contraste con éste o la complete, es tema que merece ser estudiado. Volveremos sobre él. Baste ahora anotar que la oposición entre Zubiri y Escoto pudiera en este punto ser más acentuada que la que mantiene con Santo Tomás. Sobre Descartes da X. Zubiri una exposición sucinta, pero iluminada. Advierte la inflexión ingente que, en el momento de nacer, realiza el pen samiento moderno. Lo sintetiza en esta fórmula: de la teología a la antro pología transcendental. Anota que Descartes, en su búsqueda de la ver dad, se topa con la duda a la que supera con el «cogito ergo sum». Su análisis por Zubiri pone en evidencia su carácter de realidad. Lo dicen bien estas densas palabras: «La realidad del pensamiento, y no solamente su dimensión de verdad, es lo que constituye la fuerza inicial y radical del cogito» (p. 134). Al exponer el racionalismo voluntarista de Descartes, anota Zubiri que éste juzga ser las ideas eternas un acto libérrimo de la voluntad divi na, que pudo haber dispuesto de otra manera el orden esencial de las mis-
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