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76 ENRIQUE RIVERA Escoto no comparte esta metafísica de Santo Tomás. A la razón de que los futuros contingents se hallan presentes a la eternidad de Dios, objeta que tan sólo se da coexistencia entre dos existentes. El coexistir dice una relación real entre dos seres, imposible en este caso porque esta relación carece de fundamento real por parte del futuro inexistente. La segunda razón de Santo Tomás, fundada en que el ser del futuro contingente es visto por Dios, carece también de rigor men­ tal para Escoto. Motiva su repulsa en que Dios tendría que producir en este caso un doble esse: el que ve inserto en el posible futuro y el que le tiene que otorgar al venir éste a la existencia63. Insatisfecho Escoto de la solución tomasiana y de otras que menciona y rechaza, se detiene largamente a presentar la suya. En esta ocasión lo hace de un modo muy metódico y a plena luz. Observa de entrada que el problema de los futuros contingentes solamente puede hallar solución en el entendimiento divino y volun­ tad divina. En estas potencias hay que descubrir el hontanar de la contingencia. Pero no es posible, añade, que radique la contingen­ cia en el entendimiento divino ante todo acto de la voluntad, ya que éste entiende las cosas tal como son, de un modo necesario. De donde concluye con esta afirmación: «Primam ergo contingentiam oportet ponere in volúntate divina »64. Su tesis la intenta probar Escoto con este razonamiento. La esencia divina es la razón por la que el entendimiento divino entien­ de la verdad eterna de los contingentes meramente posibles. De esta mera posibilidad pasan a ser futuros contingentes por la determina­ ción de la voluntad divina que los elige. En pos de esta determi­ nación de la voluntad divina es cuando los posibles se hallan pre­ sentes a la divina inteligencia, que los conoce con certeza infalible e inmutable 65. Este seguir el entendimiento a la voluntad en la diná­ mica de los posibles, al venir a la existencia, es uno de los momen- 63 Ordinatio, I, d. 38, p. 2 et d. 19, q. 1-5. Appendix. VI, pp. 407-408. 64 L. c., p. 4l6. 65 L. c., p. 429- Sorprenderá quizá al lector que se den estos textos tan impor­ tantes bajo el epígrafe de Appendix. Se debe a la divergencia de mss. Ello pide que los editores sigan trabajando en su ímproba labor. Pero en este caso no parece estar en cuestión la mente del gran doctor.

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