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72 ENRIQUE RIVERA Es de notar que la metafísica del esse, a la que se adhiere Santo Tomás, adquiere un relieve extraordinario en la distinción de esen­ cia y existencia. Es la esencia el elemento potencial que ha de ser determinado por la existencia, por la que logra su última perfec­ ción. De aquí que Santo Tomás considere la creación y la conserva­ ción como donaciones por parte de Dios que otorga el esse —el ser, la existencia— en la potencia subjetiva de la esencia. El doctor angé­ lico, al exponer la conservación de las cosas por Dios, resume esta alta metafísica en esta breve sentencia que, por su importancia, transcribimos: «Esse per se consequitur formam creaturae, supposito tamen influxu Dei»55. En esta breve sentencia se dan cita la filoso­ fía de Aristóteles, con su más recio necesitarismo, y el contingentis- mo cristiano, como rectificación del necesitarismo griego. En verdad nos hallamos in medias res de lo que tanto nos viene preocupando en este estudio comparativo sobre diversas metafísicas. Examine­ mos, pues, esta mentalidad de modo detenido. En la primera parte de la sentencia bimembre se afirma que el ser existente sigue de suyo a la forma — * esse p er se consequitur formam» — . Esta afirmación sintetiza la concepción aristotélica de la physis, que tiene su gozne en la forma, la cual se va repitiendo en los diversos individuos. Éstos reciben el ser de la existencia en la generación peculiar a cada especie, que tiene esta virtualidad de modo primario por la forma. Esta concepción de la forma específi­ ca, presidiendo la sucesión ininterrumpida y eterna de los indivi­ duos, motiva que la «physica» de Aristóteles tenga idéntico necesita­ rismo al que tiene la metafísica, de la cual se distingue por atenerse a los fenómenos sensibles, mientras que ésta tiene ante sí tan sólo los principios invisibles, que son últimos y eternos. Nunca, sin embargo, el necesitarismo griego ha recibido un ataque tan radical como en la segunda parte de la sentencia bimem­ bre que estamos comentando. En ella Santo Tomás afirma categó­ ricamente que la forma es capaz de hacer surgir el ser existen- cial, dado que se dé un influjo divino — «supposito tamen influxu Dei» — . La lealtad intelectual obliga a decir que el aristotélico Santo Tomás escribió esta segunda parte de su sentencia bimembre, en la 55 Summa Theologica, I, q. 104, a. 1, ad 1.

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