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70 ENRIQUE RIVERA Limitándonos ahora a la relación de los transcendentes disyun- tos con el ser unívoco, afirma Escoto que éste, al descender de su abstracción metafísica, se realiza como Ser Infinito o como ser fin i­ to. Por lo cual, estos seres entre sí son siempre análogos. A esto hay que añadir que Escoto ve en el Ser Infinito el constitutivo metafí- sico de Dios, su esencia plena. Este Ser Infinito es el origen fontal de todas las perfecciones divinas, que solamente tienen plenitud por la infinitud que llevan en sí. Es muy de notar ulteriormente que es la única perfección divina de la que la creatura no puede partici­ par. Dios puede comunicar su sabiduría, bondad, belleza. Nunca su infinitud. De aquí que para Escoto la Esencia Infinita venga a ser, en la cúspide de la metafísica, lo que para Santo Tomás el Ipsum esse subsistens. De esta suerte no es posible contrastar mejor la meta­ física del esse y la metafísica de la essentia. Esta duplicidad metafísica de los dos grandes doctores, tan in­ cidente al tratar de señalar el constitutivo metafísico de Dios, va a darnos igualmente la clave para penetrar en el otro abismo metafísi­ co: el constitutivo metafísico del ser creado. Es el segundo tema que ahora es menester abordar. 2. C onstitutivo del ser finito Contra el insistente empeño de algunos historiadores, que juz­ gan nula la aportación del pensamiento cristiano a la filosofía, el título de este apartado denuncia su falsedad. Es grave cuestión meta­ física el intento de precisar cuál sea el constitutivo metafísico de Dios. Pero si no es cuestión más alta, nos afecta más en carne viva cuál sea el constitutivo de lo creado. Hoy esta cuestión se hace más urgente frente al nihilismo, que amenaza las posibilidades de toda existencia humana. Y, sin embargo, sobre tan grave problema no se percibe en todo el pensamiento antiguo la menor preocupación por el mismo. Es cierto que la literatura ha acuñado frases imborrables sobre nuestro vivir. Recordemos el virgiliano: Fugit irreparabile tem- pus»51. Pero no se cala filosóficamente en el constitutivo metafísico humano que motiva ésta y parecidas exclamaciones. Por el contra- 51 Vergilii Georgicon, lib. III, v. 284.

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