PS_NyG_1995v042n002p0045_0086

56 ENRIQUE RIVERA cristianos vieron en las ideas platónicas, en primer término, los ejem­ plares de las cosas. En segundo lugar, que estos ejemplares se hallan en la mente divina, no frente a ella, como soñaron los platónicos. Y además que estos ejemplares llevan en sí el ser un vestigio de Dios. Escoto, al asumir estos tres momentos de la metafísica cristia­ na sobre las ideas, elimina de éstas la autosuficiencia que las decla­ raba inmutables y eternas; al mismo tiempo, reguladoras de toda la realidad, tanto espiritual como sensible. Volveremos sobre este alto tema metafísico. En el segundo texto, Escoto, en su propósito de aclarar la con­ tingencia de todo lo creado, escribe: «Oportet igitur contingentiam quaerere in intellectu divino et in volúntate divina» 22 . Esta breve sentencia pone en relieve que el entendimiento divino percibe en sí las cosas como posibles. Escoto menta la piedra, que ya en sí, como posible, tiene alguna entidad frente a la nada. Pero sólo la piedra tendrá existencia real cuando la voluntad divina se la otorgue. Con esta precisión metafísica, tan clara y sencilla, el pensamien­ to reflexivo de Escoto triunfa de todo resabio necesitarista que, como lastre pesado, agobió la filosofía occidental en más de un momento histórico. 2. L a « natura communis » d e E s c o t o en su p ro b lem á tic a h is t ó r i c a El concepto de «natura communis», cuyo contenido metafísico señaló Escoto y cuya fórmula ha sido muy comentada por los esco- tistas a lo largo de los siglos, hay que enmarcarlo en la clásica dispu­ ta medieval de los universales. Para algunos historiadores, esta disputa caracteriza a la escolástica. Es desorbitar su importancia, que innega­ blemente fue muy grande. Frente al nominalismo de Roscelino, el conceptualismo de Abelardo y el realismo exagerado de los platóni­ cos, la gran escolástica de sus máximos doctores optó por el realismo moderado en la clásica fórmula que ha llegado hasta nosotros: los universales son formalmente elaborados por el entendimiento, pero tiene esta elaboración un fundamento en la cosa real. 22 Ordinatio, I. Appendix, d. 38, pars 2 et d. 39, q. 1-5, p. 416. (Ed. Vaticana).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz