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EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LOS HERMANOS. 9 Nuestro estudio comprenderá, como es lógico, dos partes. En la primera haremos un comentario al capítulo IX de las Constitucio nes: «Vida apostólica de los hermanos». En la segunda presentare mos el contenido del capítulo XII: «Difusión y práctica de la fe». Nos esforzaremos por destacar los principios doctrinales y por reflexio nar la adaptación de sus concretas disposiciones, para atenernos a ellas y, sobre todo, para quedarnos con las valoraciones evangéli cas ofrecidas en clima de especialidad capuchina o peculiaridad carismatica. Es interesante hacer notar y comprobar que, desde el año 1968 —fecha en la que se elaboraron las bases que constituyen las actua les Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos, ya hace más de veinticinco años— la manera de enfocar tanto la atención pastoral o simple actividad apostólica, como la obra misional o «missio ad gentes», se ha rendido ante el impacto que supuso, pri meramente, la publicación de la Evangelii nuntiandi, Catechesi tra- dendae , y luego el ascenso del concepto y realidad de la «nueva evangelización». Cuando los capuchinos de la Península Ibérica nos aprestába mos a conmemorar el V Centenario de la Evangelización de Améri ca con la celebración de un Congreso, enfocado desde la visión y prospectiva de la nueva evangelización 5, se oyeron voces y comen tarios muy peregrinos, incluso extraños, provenientes de quienes, entre los capuchinos, se consagran, en la actualidad, a dar confe rencias y, casualmente, sobre el tema de la nueva evangelización, rechazada, en un primer momento, al atribuírsele calificativos como el de tradicional o de cristiandad, rondando y casi limitando con el fundamentalismo 6. 5 Han pasado, van a hacer ya pronto los tres años de la celebración del mismo y, no obstante la corrección de las galeradas, estamos pendientes de la publicación de las Actas del mismo. 6 «La llamada a una nueva evangelización ha tenido una acogida muy positiva en las iglesias latinoamericanas, porque allí suscita la idea de una respuesta al cla mor de sus pueblos por una liberación integral. La cruda realidad, como dijo Juan Pablo II, es que “cinco siglos de presencia del Evangelio en aquel Continente no han logrado aún una equitativa distribución de los bienes de la tierra”, que “están todavía, por desgracia, en manos de unas minorías”. Por eso —según interpretación
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