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EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LOS HERMANOS. 31 una adecuada preparación para el ejercicio de un ministerio o servi­ cio que está a la base del cristianismo, la predicación del Evangelio, sabiduría o conocimiento de Cristo, adquirido a través de la vida y, especialmente — transcribimos de nuevo el texto constitucional— mediante la lectura constante, la meditación y el estudio diligente de la Sagrada Escritura. Se da por supuesta una cierta capacidad téc­ nico-profesional adquirida durante los años de formación preparato­ ria al ministerio ordenado y no ordenado o servicio de la palabra49. PASTORAL SACRAMENTAL (const. 149) Recordar la pastoral sacramental y como complementaria de la evangelización o anuncio de la palabra, conocimiento de Cristo, ha sido un buen acierto y es prueba de esa sensata posición que busca y pretende mantener el equilibrio en la balanza, que unas veces se inclina por la evangelización y, en tantas circunstancias, por la sacra- mentalización. «Por la celebración de los sacramentos, Cristo se hace pre­ sente con su eficacia propia a los fieles, los santifica y edifica su Cuerpo. Por eso préstense los hermanos a ayudar a los fieles cuan­ do, por razón del oficio o invitados por el clero, administran los sacramentos, para que con esta ocasión se alimente, se robustez­ ca y se manifieste la fe»50. Este prestarse a la administración de los sacramentos es la acti­ tud que se requiere y pide de los hermanos sacerdotes. Mas el pres­ tarse a ayudar a los fieles, no en la administración de los sacramentos, pero sí en la valoración y formación para vivir la vida sacramental 49 Se podrá discrepar o no, pero un hecho es cierto: las misiones populares, citadas como la primera entre las obras apostólicas (constitución 147,2), no ha mere­ cido una alusión particular ni en el texto constitucional ni en el V Consejo Plenario. Sobre las misiones populares que están en el corazón y en el deseo de muchos her­ manos, véase R. M. Grández, Cartas sobre las Constituciones, o. c., p. 232-235. De las misiones populares ha hablado Juan Pablo II en la exhortación apostólica Recon- ciliatio et paenitentia, 26. 50 Constitución 149,1.